Burnout Crash es una locura. Al principio todo resulta muy caótico, pero en pocos minutos acabas de dominar su planteamiento dando como resultado una auténtica carrera al infierno. Sembrar el caos nunca fue tan divertido, con tan solo un dedo somos capaces de crear atascos, destruir edificios enteros o invocar huracanes. En las primeras partidas no te sabrás ubicar, pero tras cuatro o cinco intentos te das cuenta que lo arcade de su planteamiento inicial esconde algo más que no esperabas.
Tenemos tres clases de nivel: Rush Hour, Pile Up y Road Block. En todos ellos el objetivo está claro, tenemos que destruirlo absolutamente todo, aunque con pequeños matices. En el primero disponemos de sólo 90 segundos para lograr un plan perfecto, mientras que en el último no podemos dejar que se escape ningún coche de ambas autopistas (a la vez que nos proponen que acabemos con vehículos especiales). El restante es un festín para los pirómanos, cuanto más coches o edificios quememos más dura la partida, y más sube nuestro multiplicador de bonus (no fuego no party). Cuando reventamos al pobre repartidor de pizzas aparece una ruleta de la suerte, y aquí el juego se vuelve aún más divertido, ya que te pueden tocar cosas especiales como una lluvia de meteoritos o un terremoto, pero también cosas que no te gustarán tanto. Es una lotería que te sazona la partida a las mil maravillas.