El intelecto del hombre admite ya que la vida es una lucha incesante, y parece que ésta es también la creencia que impera en Marte.
La guerra de los mundos, H.G. Wells (1898)
El ser humano, ese mágico animal pensante, cobarde y mezquino como él sólo, apenas puede concebir un contacto alienígena si no es bajo la amenaza de la propia destrucción. El recelo intemporal ante lo extraño se refleja, entre otras variadas expresiones, bajo la forma de miedo atroz a unos violentos y despiadados visitantes que podrían ser casi tan inhumanos como nosotros. Qué mejor que destruir al invasor mientras acarreamos la propia naturaleza humana en un cómodo tetrabrick espacial, llevando por bandera la suspicacia por lo desconocido, y con más intensidad si cabe, el terror hacia lo incognoscible. (más…)