Nintendo, aromas de niñez

¿Por qué Nintendo? Me preguntan cuando digo mi consola favorita. Porque es la que recuerdo. Así de sencillo. Todos crecemos con lo que nos marca de pequeños y no había otra marca a mi alrededor cuando vi mi primera consola. Era una Nintendo cuadrada y gris, con juegos protagonizados por un personaje de color rojo que tenía que salvar a una princesa. ¡Wow! El sueño de toda niña (si, mi generación todavía creció con ese tópico). Bueno no era un príncipe azul pero cruzaba divertidos escenarios con musiquitas bastante alegres. Era el Super Mario Bros 3.

También recuerdo un videojuego de hockey con unos gráficos horribles y que, a mis seis o siete años, me era complicado de entender. Muchos años después, se ha convertido en uno de los deportes que más me gusta ver, ¿subconsciente? ¿casualidad?

Para entonces ya existía una Playstation pero no podía soplar a través de un micro para jugar. Era diferente. Jugaba también a otros juegos como el Burnout, Enter The Matrix (tan de moda con las pelis), 1080, The Legend of Zelda: The Wind Waker… Pero tenía una extraña costumbre, girarme para todos lados con el mando como si me fuera a entender los movimientos que quería hacer. ¡Qué ridiculez, una consola que capte tus movimientos absurdos cuando te pones nerviosa por no pasarte la pantalla!

Y entonces, como por arte de magia, apareció una consola que lo hacía, Wii. Fue la primera consola que me compré por mi misma. Seguía habiendo otras consolas pero a ninguna se le ocurría ayudarme a jugar cogiendo mis movimientos. Consiguió que me pusiera frente a un juego de acción y disparara a bocajarro con Red Steel o No More Heroes. Eso de apuntar y disparar o manejar el mando como una katana me hacía disfrutar más lo que estaba jugando.

Y así, desde entonces, he elegido preferir que me sorprendan con novedades antes que con gráficos realistas y envolventes. Para real lo que veo. Cuando juego quiero ver colores, hacer algo diferente, moverme, reírme… y eso es lo que siempre ha hecho Nintendo por mí.

Nintendo DS, una portátil táctil que a nadie antes se le había ocurrido. Críticas a mansalva a la Nintendo 3DS porque no ha vendido, porque no tiene tal o no tiene cual… Yo soy feliz apartando los bichos que se me cruzan en Rayman cuando tengo puesta la visión en 3D. Porque me volvieron a sorprender, porque volvía a ser diferente.

¿Y Wii U? Ya se verá pero, al margen de gustar o no, de características técnicas… ¿alguien se esperaba una pantalla táctil para controlar una sobremesa? ¿y alguien se esperaba que alguna vez llegaran los juegos que anunciaron en el E3 a una consola Nintendo? ¿títulos como Assassin’s Creed, Tekken o Batman Arkham City? No, por mucho que les cueste a los gamers amantes de motores gráficos con potencias descomunales, Nintendo sorprendió.

Y es que el factor sorpresa es, en la mayoría de los casos, la clave del éxito. Las arriesgadas apuestas de Nintendo han podido crear detractores o la aparición del término “casual” referido a juegos. Pero todos han seguido sus pasos. Move, Kinect, Vita… se mueven por caminos que no han marcado ellos. Posiblemente Nintendo tampoco, pues la pantalla en el mando ya se vio de forma muy rudimentaria en la Dreamcast de Sega, pero son los que han sabido elegir el momento y llevarlo más allá.

No digo que el resto de consolas no me gusten, nada más lejos de la realidad, claro que me gusta la Xbox 360 o la PS3 o incluso juegos con gráficos impresionantes como L.A. Noire. Solo digo, que me gusta que me sorprendan.