La época de Imperio Romano siempre ha atraído al público en general, ya sea en forma de novelas o películas, una de las grandes expansiones territoriales de la historia humana ha tenido un punto atractivo que no se ha ido esfumando generación tras generación. Gobernantes que han sido carismáticos –o que nos han hecho creer que lo eran–, excesos y lujos, una organización social muy adelantada a su época y toda una mitología asociada, hacen de aquella época un momento ideal para recrear en todas formas de ocio.
Los videojuegos no se han quedado ajenos a esta influencia, si bien, no ha sido un argumento tan explotado como otros. Títulos como Caesar, Sid Meier’s Civilization o Imperium, han dejado bien patentes que Julio César y compañía es un nicho muy interesante a explotar. Sin embargo, mi videojuego favorito basado en esa época no es, ni de lejos tan conocido como los citados anteriormente. Centurion: Defender of Rome es un videojuego desarrollado en 1990 por Bits of Magic, una compañía que no os dirá mucho ya que éste fue el único título que desarrolló. Sin embargo, en el equipo no eran unos inexpertos ni mucho menos. Su principal diseñador fue Kellyn Beck, que ya se encargó en Cinemaware de otro gran juego de estrategia, Defender of the Crown.
Centurion: Defender of Rome es un título de estrategia pero que no termina de quedarse en un único género. Tiene componentes de estrategia por turnos, de tiempo real y de gestión. El juego se inicia en el año 275 a.c. y el objetivo es conseguir conquistar toda Europa, el oeste de Asia y el norte de África, ya sea con la fuerza bruta o haciendo uso de nuestras dotes diplomáticas. Comenzaremos la partida siendo un simple Centurión encargado de el ejército de la provincia de Italia y tendremos que ir controlando el resto de territorios, lo que nos hará subir en el rango militar hasta conseguir que nos coronen emperador. Inicialmente se nos muestra un mapa con los distintos territorios de juego, en el que de momento solo tenemos el control de la provincia de Italia. Con nuestro ejército tenemos que desplazarnos a otros territorios cercanos como Galia, Germania o Hispania e intentar conquistarlos. Cuando llegamos a una nueva zona, empezaremos a dialogar con el jefe de la zona y, si conseguimos dar con las palabras adecuadas, podremos anexionar la zona sin luchar. Evidentemente, no es lo mismo dialogar con un bárbaro de las tierras del norte que con un gobernante otomano, por lo que tendremos que tener muy en cuenta nuestro interlocutor si queremos evitar el derramamiento de sangre.
Pero en la mayoría de las ocasiones las buenas palabras no bastan y entonces hay que pasar a las armas. En este caso, cambiamos a la parte en tiempo real, con una representación de la batalla entre los dos ejércitos. Realmente nosotros controlamos al general que lo dirige, por lo que nuestras ordenes serán acatadas si estamos lo suficientemente cerca para que nuestra voz pueda ser escuchada por nuestros soldados. Y ni así nos garantizamos que nos hagan caso, si las cosas las ven muy feas, ellos solitos empezarán a huir. De esta parte, cabe destacar la gran variedad de formaciones con las que contamos, muchas de ellas basadas en batallas reales.
Una vez que nos hemos hecho con un nuevo territorio, hay que enrolar a los nuevo súbditos para crear más ejércitos. Esto molestará a los ciudadanos, al igual que si empezamos a saquear para hacernos con dinero o si les subimos los impuestos en exceso. Un pueblo demasiado enfadado puede terminar en rebelión, por lo que para mantener al pueblo contento podemos organizar juegos circenses. De mismo modo, podemos participar activamente en dichos juegos apostando y compitiendo en las carreras de cuádrigas o en las luchas de gladiadores. Estas competiciones, que hacen las veces de minijuegos, aparte de darnos la posibilidad de ganar dinero con las apuestas, le da un frescor al juego evitando la monotonía de la parte plenamente estratégica.
Ya sea a base de apuestas, de impuestos o de saqueo, el dinero recaudado lo debemos emplear principalmente para la creación de nuevos ejércitos. Tomando población de las provincias conquistadas, podemos crear ejércitos más potentes que incluirán infantería, caballería e incluso elefantes. Para llegar a provincias como Britannia, tendremos que crear nuestra propia flota de barcos, que también cuenta con su propia batalla interactiva si nos encontramos alguna galera enemiga.
Esta jugabilidad tan completa nos da una gran profundidad de juego, que se completa con una gran variedad de niveles de dificultad que nos darán partidas desde dos horas a otras que se alargan casi infinitamente como si de una guerra real se tratase. A pesar de su componente estratégico, el apartado técnico está bastante bien cuidado. Los gráficos funcionan bastante bien, en especial en las batallas y en la carrera de cuádrigas, y en la parte interactiva el control funciona lo suficientemente bien como para que sea un añadido justificable. Este aspecto se completa con la banda sonora, con pocas melodías pero muy interesantes y que no tardaremos en tararear contínuamente.
Para mí, es el juego sobre el Imperio Romano más completo, teniendo en cuenta el contexto temporal en el que fue lanzado. Por desgracia, sus ventas no justificaron una saga más larga, que a buen seguro hubiese tenido una evolución interesante. Lo que si os puedo asegurar por propia experiencia, ya que cada año caen un par de partidas, es que es un título totalmente jugable hoy en día.