Para el análisis de Shadow Warrior voy a hacer un paralelismo con Duke Nukem Forever, en el que me voy a permitir todo tipo de licencias basándome en su origen común. Más allá de esta relación que los une, la comparación está motivada por que el juego protagonizado por Duke es un ejemplo de libro de cómo no deben hacerse las cosas a la hora de rescatar un videojuego carismático de hace décadas y, por el contrario, Shadow Warrior ha sido un claro caso de lo opuesto: así, sí.
Vayamos primeramente a los orígenes y viajemos a 1997, un año después del lanzamiento de Duke Nukem 3D. Los programadores de 3D Realms se sacaron de la manga un FPS ambientado en la cultura oriental, para el que reciclaron el motor gráfico del propio Duke Nukem 3D. Este juego demostró el jugo que aún se le podía sacar al motor y creó un sistema de juego diferente, basado en el uso de la katana en vez de en las armas de fuego, aumentando las dosis de ultraviolencia a base de desmembrar enemigos y manteniendo su línea de humor negro. Este cambio de concepto lo convertía en un videojuego muy divertido que recordaba a películas de serie B creadas en Hong Kong. Aunque no llegó a los niveles de éxito de Duke Nukem 3D, Shadow Warrior resultó uno de los FPS más interesantes de aquel año y tuvo una buena acogida por parte del público, en buena parte provocado por la polémica suscitada por diversas organizaciones orientales por la colección de topicazos que tenía el título.
La franquicia de Duke Nukem empezó a alimentar uno de los mayores hype de la historia del videojuego con enésimos retrasos y cambios de compañía, que terminarían quince años después con Gearbox desarrollando Duke Nukem Forever, cuyo resultado obtuvo una opinión unánime: decepción. Shadow Warrior, en cambio, quedó relegado a nostálgicos del PC de los 90 y la nueva versión por parte de Flying Wild Hog de forma muy sigilosa, pero con resultados mucho más sólidos.
Shadow Warrior es lo que se denomina actualmente un reboot; es decir, no se trata del juego original adaptado a las tecnologías de hoy en día, sino que opta por un enfoque distinto a la hora de desarrollar la historia. De nuevo tenemos a Lo Wang como protagonista, un asesino a sueldo cuyo último encargo se le va a complicar más de la cuenta. Su misión es la de comprar una valiosa katana, pero su poseedor no está dispuesto a vender así como sí. Sin embargo, la complicación vendrá con la aparición de unos seres demoníacos: el verdadero valor de dicha katana es que es la pieza clave para evitar la invasión del planeta por parte de fuerzas infernales.
Toda la historia se desarrolla poco a poco a lo largo del juego, con una carga argumental mucho mayor que en la entrega original. No obstante, la importancia de la misma es nimia a la hora de ponernos a jugar, ya que nos encontramos con un FPS frenético en el que aparecerán multitud de enemigos por doquier y simplemente tendremos que dedicarnos a repartir estopa a diestro y siniestro a todo lo que se mueva. Retomando la comparativa, aunque no es esencial para el desarrollo del juego, el conjunto argumental es mucho más coherente de lo que lo era en Duke Nukem Forever, donde estaba totalmente deshilvanado. Es más, el propio sentido del humor del protagonista es tan negro y poco políticamente correcto como el de Duke, pero mucho menos forzado que en el caso del juego de Gearbox.
En la acción sin fin de Shadow Warrior es donde mejor se recoge el espíritu original. La cantidad de enemigos que aparecen en cada ola de ataque es impresionante y tendremos que utilizar nuestras mejores habilidades aporreando los controles. Nuestro arma principal será la katana, con la que inicialmente podremos hacer ataques simples, que no débiles, ya que no tardaremos en ver miembros de enemigos volando por ahí. Como arma secundaria tendremos los shuriken que nos permitirán debilitar y ralentizar a los demonios que nos salen al paso. A lo largo de la aventura encontraremos ciertas armas de fuego que podremos ir mejorando con el dinero que vayamos saqueando en las distintas dependencias, aunque lo más probable es que sigamos haciendo uso principalmente de la katana, ya que sin duda es el arma más efectiva y, sobre todo, la más divertida. Esta arma es el principar báculo de la ultraviolencia del juego, y se ve complementada cuando podemos combinarla con explosiones de elementos inflamables del escenario.
Pero todo no se queda en la mejora de armas, porque en Shadow Warrior tenemos dos conceptos más de mejora: habilidades y poderes. Lo Wang puede ir adquiriendo karma según lo variado y violentos que sean sus ataques, así como recogiendo diversos objetos. Este karma se puede canjear por nuevas habilidades que mejoren sus capacidades (ataque, defensa, físico, efectividad, nuevos golpes…), que serán esenciales según vayan evolucionando nuestros enemigos. Los poderes mágicos podrán ser aprendidos recolectando cristales Ki y nos darán todo tipo de habilidades sobrehumanas: provocar la combustión de nuestros enemigos, mejorar nuestra salud, lanzar ondas de energía… En este caso, su importancia es vital, ya que hay momentos claves del juego que requerirán de un poder mágico en concreto.
La tripleta formada por las armas, los poderes y las habilidades es uno de los grandes aciertos de Shadow Warrior (y otro punto ganador en nuestra particular comparativa). La evolución de nuestro personaje protagonista es pareja a la de nuestros enemigos. Mientras más poderosos son los demonios que nos ataquen, más poderosos nos hacemos nosotros, por lo que la curva de aprendizaje se encuentra muy bien ajustada.
Para nada queremos decir con esto que Shadow Warrior sea un videojuego excesivamente fácil. Estamos hablando de todo un homenaje a la vieja escuela y, como tal, dista mucho de la técnica de los FPS actuales de esconderse tras una caja para recuperar la vida. Vamos a tener un clasiquísimo marcador de vida que hay que recuperar a base de búsqueda de botiquines. Si bien hay que decir que el poder de recuperar la salud facilitará mucho las cosas, la virulencia de los ataques enemigos y los extensos 17 niveles con los que cuenta Shadow Warrior le confieren una vida al juego muy superior a los títulos del género que podemos ver en el mercado últimamente.
Quizá sea en el apartado técnico donde Shadow Warrior pierda la partida con las últimas aventuras de Duke. No es que estemos hablando de un trabajo gráfico malo, ni mucho menos. Sin estar a la altura de las grandes últimas superproducciones, no rechina entre el catálogo actual y cuenta con diversos elementos sorprendentes como el uso de las iluminaciones o su trabajo con el agua. El problema está en el excesivo reciclaje de ciertos elementos, algo que tenía sentido en el juego original por temas de memoria, pero que actualmente no es tan justificable.
Por ejemplo, durante los primeros cinco niveles nos dará la impresión de estar paseando por las mismas ciudades, los mismos jardines y los mismos bosques, cuando no es así, sino que simplemente se van reciclando de forma excesiva elementos como los edificios, la ornamentación o las plantas. Un problema similar ocurre con los enemigos; podemos aceptar que en un mundo infernal no haya muchas diferencias entre unos enemigos y otros, pero es que en ocasiones las diferencias se limitan a que lleven una máscara o una armadura o a que vuelen. Por otro lado, la interacción con los elementos del escenario es mejorable: teniendo en cuenta que estamos con una katana en la mano, hubiese sido mucho más placentero un mayor número de elementos destruibles del entorno.
Con el audio pasa algo parecido: melodías repetitivas que apenas hacen acto de presencia y unos cuantos efectos de sonido para salir del paso, que en ocasiones nos resultarán extraños. El doblaje es correcto, pero tampoco tiene mayor importancia más allá de las escenas cinemáticas.
Aún así, estas lacras técnicas no empañan la experiencia jugable y Shadow Warrior es uno de los títulos más divertidos que he probado últimamente. Además, para los jugadores más veteranos, hay diferentes sorpresas en formas de huevos de pascua, tales como accesos al juego original en algún pasillo secreto, alguna cita más que curiosa en algunas galletitas de la fortuna e incluso más de un título conocido cuando estemos ante una máquina recreativa de las muchas que aparecen en el juego.
Recapitulando, Shadow Warrior es una gran demostración de cómo no tomar el nombre de un videojuego en vano, y gana por goleada a su videojuego hermano, Por desgracia, el mundo del videojuego es de todo menos justo, por lo que dudo mucho que Shadow Warrior se acerque a las cifras que el exagerado hype de Duke Nukem Forever provocó.