Me resulta muy curioso comprobar cómo, cada vez que hacemos memoria en busca de nuestras piezas favoritas en el elenco del software patrio, la conversación parece incompleta sin las manidas alusiones a los clásicos de la “edad dorada” de la industria española de los videojuegos. Army Moves (1986), Sir Fred (1986) o La Abadía del Crimen (1987) no pueden faltar, merecida o inmerecidamente, en estos previsibles debates. Sin embargo, el que esto suscribe observa con creciente desasosiego como Blade: The Edge of Darkness (2001) es inmisericorde y sistemáticamente ignorado en estos castizos rankings.

La luna se teñirá de sangre

Parece ser que, para su desgracia, su condición de hack & slash embrutecedor y su flamante tridimensionalidad actúan en su caso como rémora. Ni se trata una joya de los 80 ni fue programado para el vetusto ZX Spectrum, lo cual no es óbice para que la obra de los “extintos” Rebel Act Studios destaque como un fantástico juego. Tan grande y tan español como los citados anteriormente. Un poco de rol y una generosa dosis de violencia se dan la mano en el juego de acción definitivo, donde una cabeza cortada no es sino un arma más.

La maniquea interpretación de la lucha luz versus oscuridad reaparece para darle cuerda a un juego de acción 3D de estética fantástico-medieval en el que conceptos mil veces vistos como “espada sagrada” o “Señor del Caos” sirven como más que suficiente pretexto con el que representar un pequeño universo increíblemente detallado. ¿Con qué objeto? Arrojar a nuestro avatar, armas en ristre, en pos de una salvación que sólo podrá lograr alzándose sobre cientos de miembros mutilados.

El sol se oscurecerá

En la línea del hemorrágico Rune (2000) de Human Head Studios, la casquería va evolucionando en una suerte de arte a medida que alguno de los cuatro personajes jugables accede a nuevos instrumentos de destrucción; desde las espadas y hachas del caballero o el enano, pasando por los gigantescos mandobles del bárbaro o las armas a distancia de la amazona. En cualquier caso, la transformación de “enemigo” en “montón de carne picada” requiere de una precisión quirúrgica y un nada desdeñable toque de estrategia… reflejos.

Bloqueo, esquivas, ataques y contraataques se entremezclan en un festival de vísceras con victorias (y derrotas) igualmente épicas. No en vano, si muchos alabaron esta exigente mecánica con Dark Souls (2011), el carácter aparentemente cruel de la jugabilidad y la mismísima esencia de la criatura de From Software puede percibirse en este temprano juego de acción rolera. Ya sea con la ortopédica y previsible IA de algunos enemigos, o con las impredecibles rutinas de otros, el hecho de recibir ingentes cantidades de daño está prácticamente garantizado. Y al igual que sucede en dicho programa, que ya me atrevería a citar como juego de culto, en Blade la frustración inicial no anda muy lejos de la desmesurada gratificación a la que el jugador accede una vez superadas las primeras trabas, y comprendido el exigente espíritu del juego. Por si la brillante jugabilidad supiera a poco, el espectacular apartado gráfico aún alcanza a sorprender con ciertos juegos de luces, y una magnífica recreación de fluidos —léase sangre, o aún mejor, ríos de sangre— que maquilla un apartado sólo resultón en ciertos aspectos, aunque muy sólido en conjunto. Entre tajos y maldiciones, una discreta banda sonora no consigue desviar la atención de los auténticos protagonistas: el crujido de los huesos y el siseo del acero.

La tierra será cubierta por las aguas

Cabe preguntarse, de hecho, hasta dónde hubiera llegado Rebel Act Studios de haber triunfado Blade. Una lástima que el lanzamiento en los EE.UU. se torciera cosa mala, y que el desastroso marketing supusiera otro clavo en el ataúd de una empresa condenada por su ambición e inexperiencia. El larguísimo desarrollo había sembrado no pocas dudas, cuando la piratería, se dice, terminó de rematar a la renqueante desarrolladora. Obviamente, la caída de Rebel Act se llevó por delante sus otros proyectos, entre ellos la versión para Xbox de Blade, o una secuela que a estas alturas, por desgracia, ya ha sido olvidada. Maldición.

Por tanto, si creen ustedes en algún modo de justicia poética, jueguen a Blade: The Edge of Darkness. Y, de aquí en adelante, háganse el favor de recordar esta auténtica obra maestra cada vez que oigan hablar de software español.

…de sus puestos en el firmamento, las fúlgidas estrellas se desprenderán; el fuego y el humo ascenderán a lo alto y chocarán contra el propio cielo.