Pura magia. No hay más. Es como mezclar un Zelda con personajes pincelados por Tim Burton y unos escenarios sacados de un cuento de Disney. Encarnamos el papel de un niño pequeño, que como todos alguna vez en la vida, abre el armario en busca de monstruos, aventuras y sorpresas. Y eso es absolutamente lo que pasa. A lo largo de cuatro bastos mundos, podremos empuñar nuestra espada para acabar con todos los enemigos que se pongan en nuestro camino.
Al empezar sorprende ver a nuestro chaval saltar de la cama con su espada en una mano y una caja pintada con colorines en la cabeza, cual yelmo para evitar el fuego de los monstruos. A partir de ahí y con la luz apagada, podemos campar a nuestras anchas por la habitación, iluminar el habitáculo con la lámpara de nuestra mesita o abrir nuestro baúl en busca de juguetes (hemos perdido 31 muñecos distintos que deberemos recuperar). El armario hará las veces de portal mágico, el cuál nos catapultará hacia los distintos mundos. Repartidos en cuatro localizaciones distintas, el número de niveles se antoja más que sobrado. Quizás la duración de algunos niveles resulta más escasa pero una vez vamos entrando en materia la acción va dejando paso a los puzles para equilibrar la balanza a la perfección. Tendremos laberintos para buscar objetos, caramelos que comprar para rellenar nuestros corazones de vida o tuercas que encontrar para abrir pasadizos ocultos. Además también podremos romper la maleza con nuestra espada o saltar en zonas especiales (no hay botón de salto, es siempre automático).
El control de nuestro personaje es facilísimo, un botón para la acción, y otro stick virtual para manejar su movimiento. También tenemos una pequeña maleta de viaje donde almacenar los objetos que vayamos encontrando, como por ejemplo nuestra valiosa linterna, capaz de asustar a algunos enemigos sensibles a su luz, o nuestro tirachinas multiusos. Cada enemigo que aniquilamos nos deja de regalo botones, pilas y caramelos. En ocasiones tendremos máquinas de caramelos esparcidas por el escenario, nos servirán para comprar con nuestro botones corazones de vida extra. Con todo, la curva de dificultad esta muy bien escalonada, y los enemigos resultan curiosos, llamativos y con sus propias rutinas de ataque. No tienen una inteligencia artificial exquisita, pero le viene más que sobrada.
A nivel técnico el juego es fantástico, y viene acompañado de escenarios de gran magnitud, enemigos por doquier y bastantes efectos gráficos que confeccionan un pastel riquísimo. Las animaciones de nuestro pequeño aventurero son de una calidad notable, y aunque en ocasiones podemos apreciar pequeños dientes de sierra sobre él mismo y algunos objetos del escenario, el resultado final es magnifico. Bien es cierto que cuando tenemos muchos elementos en pantalla si que se aprecia un movimiento algo más denso de todo el conjunto, pero es algo momentáneo y pasajero, apenas molesta. Sus melodías son simpáticas, dulces y agradables. Los ruidos de los enemigos y objetos se quedan relegados a un segundo plano y no pasan de ser correctos.
My Little Hero nos lleva a un mundo mágico donde somos los absolutos protagonistas. Su belleza en los gráficos, su planteamiento acertado, lo simpático y conmovedor de todo el conjunto nos deja un producto asequible y muy recomendable para todos los públicos. NCSoft se cubre de gloria con este lanzamiento.