Si hay algo que de verdad me hace gracia del mundo de los videojuegos es el hecho de que un juego es todo lo que el hype hace de él. Por desgracia, la mayoría de las veces, los que no consiguen ese bombo mediático pasan desapercibidos sean buenos o no. Y, muchas otras veces, aquellos que lo obtienen no son merecedores de él. La publicidad que genera nos obliga a pensar que el juego será irremediablemente magnífico, que nos dejará boquiabiertos, que será súper innovador, que no se ha visto nada igual anteriormente, que fijará un nuevo camino que seguir… Entonces, decides probarlo, con muchísima expectación, estás convencido de que vas a jugar a una de las Siete Maravillas del Mundo; y tras innumerables horas, en las que la estupefacción ha podido una y otra vez contigo, tienes dos posibles posturas que adoptar: asumir que eres un bicho raro con el gusto atrofiado –no puede ser que millones de personas estén equivocadas–, o ir en contra de lo que la prensa especializada y un gran número de jugadores opinan y admitir que el juego es una castaña. (más…)