Little Bits – 21
Un videojuego ayuda en el estudio de como los niños aprenden el lenguaje
Integrantes de las universidades de Carnegie Mellon y Stockholm han diseñado un videojuego con el fin de entender como los infantes aprenden y escuchan el lenguaje. El videojuego nos plantea una situación en la que debemos seguir una serie de instrucciones narradas, sin embargo, todas ellas se presentan en un idioma completamente alienígena creado a partir de sonidos distorsionados. Este idioma pese a ser ininteligible se aproxima a las complejidades del lenguaje natural.
Durante el estudio, 49 adultos probaron el juego y tras únicamente dos horas lograron extraer suficiente información de los mensajes como para poder avanzar en el juego. Según los creadores de la prueba, este método emula la respuesta de los infantes de un modo más efectivo que otras pruebas. Además, se asume que podría ser usado en el estudio clínico de la dislexia. Uno de los colaboradores del proyecto en Carnegie Mellon, Lori Holt, expresó lo siguiente:
Tradicionalmente, el cuando estudiamos en el laboratorio el aprendizaje de los adultos no tiene nada que ver con como los infantes aprenden el lenguaje, […] Este videojuego tiende puentes entre las dos poblaciones — bebés y adultos — modelando un reto para los adultos similar al que supone el aprendizaje del lenguaje para los infantes.
Los resultados completos del estudio serán presentados el próximo 27 de mayo en en próximo encuentro de la Acoustical Society of America. A titulo personal creo que estos resultados, además de suponer un avance científico, correctamente aplicados podrían mejorar sustancialmente los métodos de aprendizaje en los sistemas de juego o las nuevas mecánicas. Y así, mientras lloramos la pérdida de los manuales tal vez podríamos olvidarnos también de los tutoriales evidentes y molestos que castran algunos de los juegos de la actualidad. Puede que incluso volviese a ser rentable producir juegos educativos.
Tragedias interactivas
Partimos de la base de que ni usted ni yo jugamos para perder. Por poco competitivos que seamos, emprendemos cada partida con el objetivo de avanzar, de progresar en el juego hasta llegar a la meta final y lograr esa ansiada recompensa a nuestro éxito. Nadie juega para fracasar pero, sin embargo, cada vez son más los juegos que acaban en tragedia.
(Agárrense, vienen spoilers moderados en todo el artículo.)
Recientemente pude ponerle las manos encima al estupendo Castlevania: Lords of Shadow, esa épica y muy europea recreación del clásico. Todo en esta obra está cargado de desolación, de perdición. En la piel de Gabriel Belmont recorremos un camino que comienza con una tragedia y ha de acabar peor; para cuando el verdadero final llega, no hay vuelta atrás: somos quien lucha con monstruos y mira el abismo, como avisaba Nietzsche.
Impactado por ese certerísimo último golpe me adentro en el salvaje territorio de los foros. Entre críticas, alabanzas y algunos trolls, leo la pregunta clave: “¿pero no hay ninguna forma de conseguir un final bueno?” (más…)
Luces, cámara… y mucha acción
El jugador como espectador. La narrativa frente al juego. No puedo empezar a hablar de este gran tema sin hacer un análisis de los orígenes del cine, y de la situación económica y política de ese momento. (START) Corría 1894 cuando los hermanos Lumière, tras años de investigación, consiguieron al fin patentar el cinematógrafo (X, X, CUADRADO), consiguiendo así un gran hito que sentaría las bases para el cine tal y como lo conocemos hoy en día (X, X, X, SELECT, X). Al fin, la necesidad del ser humano de poder expresarse y dar vida además de forma a las ideas que se formaban en su cabeza se vio satisfecha, puesto que el cinematógrafo permitió registrar escenas (L1, R1, L2, R2, CÍRCULO, TRIÁNGULO, X, X, X) de la vida real en una película fotosensible para poder ser reproducidas más tarde en un (¡¡¡SELECT, START, START, X, START, SELECT!!!!)…
Cualquier jugador que esté leyendo esta introducción habrá entendido perfectamente por donde van los tiros. Y es que esta es una situación en la que todos habremos estado en más de una ocasión. La escena animada eterna, el discursillo de vídeo, la explicación que no queremos para preguntas que no nos habíamos hecho. El jugador presiona enfurecido todos los botones a su alcance para intentar terminar de una vez con el tiempo de espera, y se frustra enormemente si no obtiene respuesta. La cosa es mucho peor si se trata de un vídeo previo a una batalla difícil. Una de esas escenas que tienes que revivir cientos de veces. Una presentación en la que el enemigo se presenta andando despacio; con la cámara en sus pesados pies, mostrando su abrumador poder y diciendo unas palabras de desafío con las que (¡¡START, X, X, START!!)… vale, perdón.
Héroes de la limpieza
“Me encuentro totalmente solo en un bosque oscuro, rodeado de sombras insidiosas que intentan acabar con mi vida. De repente el cielo se oscurece aún más y las nubes se desplazan frenéticamente creando extraños juegos de luces que presagian peligro inminente. Siento un escalofrío al oír unas pisadas justo detrás de mí. El tiempo parece detenerse unos instantes al darme la vuelta y encontrarme una silueta furiosa blandiendo un hacha. Está demasiado cerca. Corro hasta quedarme sin aliento, intentando dejarlo atrás. Hay un foco de luz a unos pocos metros; en la luz estaré a salvo. De repente me parece ver algo en la lejanía, en otra dirección… ¿un termo de café? ¿Puede ser un termo de café? Voy hacía ahí sin dudarlo, aunque me juegue la vida. Ah no, no era un termo de café, era un arbusto. Genial, ahora estoy muerto”. (más…)
Endemoniadamente desalmado
Como todo buen diseñador de videojuegos, tengo que estar constantemente probando nuevos títulos. Devorando más y más propuestas de mecánica de juego, comprobando nuevas ideas de HUD, observando reiteradas incursiones en el terreno de la narrativa cinematográfica o simplemente conociendo originales planteamientos o protagonistas. Esta actividad, que considero completamente imprescindible y altamente formativa, me resulta muy difícil de justificar porque para el ojo inexperto puede parecer que simplemente me estoy viciando como un cosaco con los pies por encima del respaldo del sofá. Pero no es cierto del todo. Que conste.
¿A qué viene todo esto? Pues a que hace relativamente poco me agencié un ejemplar de Demon’s Souls, ese título que está considerado como el mejor juego de rol para PS3 y que es conocido por su dificultad extrema. Y sí, ya sé que no es precisamente actual (este año se lanzará su secuela), pero es un título al que tenía pendiente jugar desde hace tiempo y además este es el apartado de opiniones, no de noticias, así que la actualidad no es un factor que se pueda considerar relevante… pero basta de divagaciones, vayamos a la “chicha” del texto.
Demon’s Souls es difícil. Es muy difícil. Me ha provocado algo que hace tiempo que no me pasaba: ¿sabéis esa sensación de furia y frustración que te hace sujetar el mando con fuerza y estar a punto de tirarlo al suelo? Incluso puede ir acompañada de un pequeño gesto, como iniciando el movimiento, hasta que te controlas y piensas: “no, que se rompe”. Pues eso.
¿Y en qué se basa esa dificultad? Para empezar, el juego penaliza duramente la muerte. Todas las almas (experiencia) que teníamos en el momento de morir se quedarán en nuestro cadáver, y tendremos que volver a ir a buscarlas para recuperarlas. Eso puede llevar horas, en según que situaciones, e implicará volver a acercarnos al peligro atroz que nos mató la primera vez. (más…)
Cuando nadie mira
La situación: deambulo por las calles de un pequeño pueblo del desierto esquivando (o masacrando) decenas y decenas de muertos vivientes. Tengo que arreglar una maldita moto antes de que el ejército ponga un pie en la localidad para salvar a mi hija infectada. Y aquí está este tipo, con la pieza que me falta para la reparación y diciéndome que es un gran fan mío, que me admira, pero que no me la puede dar porque la está usando como arma. Que vaya a la tienda de armas y le traiga una katana a cambio, dice. Mientras, el tiempo se agota.
Lo que pienso: ¡Será…! De acuerdo, los halagos me han conquistado y parece buen tipo, pero su capricho me está sacando de quicio. Además, el imbécil de su amigo pulula por el fondo incordiando, si cabe, un poco más. Desde fuera, la cosa no mejora: me ofende un pelín la burda manera en que los desarrolladores intentan colarme una sub-misión. Y la pieza de la moto está ahí, a mi alcance.
Lo que hago: me armo con mi palo con clavos favorito y le arreo una desagradable somanta de palos al mindundi en cuestión, que al principio se queda paralizado pero no tarda en defenderse. El amigo acude en su ayuda, pero despacho a ambos con relativa soltura (mis dedos son ya los de un guerrero experto).
Las consecuencias: a mis pies, un par de cadáveres sanguinolentos, en mis manos, el ansiado objeto. He perdido una misión secundaria pero estoy más cerca de cumplir mi objetivo principal. Por un momento, me pregunto si el francotirador del tejado me habrá visto, pero nada pasa. Voy en busca de la moto, y al mundo apocalíptico que me rodea le importa un comino mi crimen. Y, no obstante, me siento como un criminal. (más…)
Sólo pido una cosa: ¡Justicia!
La semana pasada tuve la suerte de compartir con los hermanos de Game Over unas horas de radio para hablar de juegos independientes del año. VVVVVV, Super Meat Boy, Amnesia: The Dark Descent, Game Dev Story… vamos, lo mejorcito del año pasado muy por encima de juegos que les centuplican en presupuesto. La gran ventaja de estas tertulias es que puedes encontrarte con gente que comparte tu opinión e infraser… perdón, y otras personas que no lo hacen cara a cara. Internet nos ha acercado a todos y nos permite discutir con amigos y desconocidos que están a miles de kilómetros, pero nada puede ganar a un buen debate con cervezas y bravas de por medio.
Dejando atrás las ventajas de visitar a los amigos y volviendo al tema que quería tratar, estábamos discutiendo acerca de Super Meat Boy y por qué dos personas podían amar este juego y odiar VVVVVV o viceversa cuando Jony, azote de vagos y realizador del programa, dio con la auténtica razón de la superioridad de Super Meat Boy: “No es injusto”. Sí, eso es, Super Meat Boy es un juego complicado, un juego que te humilla y te da hostias hasta en el velo del paladar, un juego que se ríe de ti; pero por encima de todo es un juego justo. No hay saltos de fe, no hay muertes seguras, no hay retos imposibles. Tú y tu habilidad contra el juego, sin trampa ni cartón.
Yo ya llevaba un par de semanas dándole vueltas a este concepto antes de sufrir la iluminación. Principalmente desde el día en que mi novia comenzó a insultar a la tele y, tras un breve interrogatorio, me confesó que su ataque de rabia contra nuestro mobiliario se debía a un juego que no paraba de quitarle las armas cada vez que cambiaba de pantalla. Al principio iba a responderle que era algo normal en algunos juegos pero su “jo, con lo que me había costado conseguirlas” me desarmó totalmente. En el fondo tenía razón: ¿qué sentido tiene invertir tiempo en conseguir algo para que luego te lo quiten? (más…)
Los indie games me han devuelto la ilusión por los videojuegos
Voy a sincerarme en este artículo: os contaré algo que me ha pasado en el último lustro. Hace unos años empecé a dejar de disfrutar de los videojuegos por culpa de la nula dificultad y los pocos retos a los que me enfrentaba en la inmensa mayoría. Cuando me veía abocado a transformarme en un jugador ocasional empecé a descubrir los llamados indie games y los juegos descargables, como Braid, Super Meat Boy, Limbo y muchos otros. Estos títulos con tanta magia consiguieron que recuperase la ilusión por los videojuegos.
Hacía tiempo que no me divertía tanto. ¿Por qué? Hay una razón muy sencilla, al menos creo que es la más importante de todas: ya no hacen videojuegos difíciles pero, sobre todo, no nos hacen tener la sensación de conseguir algo. No me refiero a logros o trofeos, ya que esto siempre existió de algún modo en el pasado y, aún siendo una buena idea, a mí este invento no me motiva en absoluto. Antes tenías que cumplir objetivos para recibir recompensas; algunas eran muy suculentas, pero ahora las venden aparte como DLC (véase trajes, nuevos personajes, etc)… aunque es cierto que hay contenidos de pago realmente buenos.
De un tiempo a esta parte, casi desde el lanzamiento de Wii, los juegos se han casualizado de una forma bestial, tanto que hasta los conocidos como juegos hardcore ya no lo son. Un claro ejemplo de todo esto es la franquicia Final Fantasy, que es cada vez más casual y, aunque en sus inicios no es que fuese un juego muy complejo, sí que tenía algo especial que ha ido perdiendo con el paso de los años, hasta el punto de poder jugar a su última entrega pulsando tan sólo un botón. Esto es algo que le ha pasado a muchos juegos, algo que gente como Platinum Games está intentando recuperar, o esa es la sensación que me da.
Si hago un viaje al pasado en mi mente empiezo a recordar una gran época, la de los 8 y los 16 bits, donde veíamos juegos muy difíciles a la par que divertidos. Esto, aunque a algunos os parezca contradictorio, te pegaba a los mandos consiguiendo que jugases hasta dejarte las huellas dactilares, hasta conseguir acabar con ese enemigo tan difícil, saltar hasta esa plataforma imposible, conseguir esa vida de más o, simplemente, superar la eterna fase en la que morías siempre, esa en la que, además, tenías que volver a empezar desde el principio. (más…)
La dificultad, o el momento en que salvas a una princesa para que te mate una rata
El objetivo máximo de los videojuegos tiende a ser entretener sin frustrar a ningún jugador, ¿hasta que punto pueden rebajarse los estándares de dificultad y obligar al sistema de juego a superar tus propios retos sin dañar la diversión del título?
En “Islas en la red” de Bruce Sterling hay un momento obviamente alegórico reflejado en un elemento sorprendente: la protagonista, en mitad de una serie de avatares que le cambiarán la forma de pensar, se encuentra encerrada con una máquina recreativa antigua, la del comecocos, y no es capaz de entender cómo se diseñaban juegos donde sólo se podía perder. Más tarde o más temprano, pero en esos juegos siempre se acababa perdiendo.
Irónicamente uno de los pocos puntos especulativos de la novela donde acierta Bruce Sterling es en el diseño actual de los videojuegos, donde la intención es no frustrar al jugador. Pero podemos pensar un poco más en este tema, y dar un par de vueltas al concepto de dificultad: ¿cuál es la adecuada? ¿Cómo se debe introducir en un juego? ¿Frustra más un juego extremadamente fácil o extremadamente difícil? Desde aquella época donde siempre estábamos condenados a perder a una época actual donde el juego te empuja a seguir hasta el final caiga quien caiga, ha habido muchas sutilezas que no paran de reinventar los conceptos de recompensa y castigo en los videojuegos. Y esto nos ha venido a la cabeza tras leer un artículo donde se preguntan si la dificultad ajustable es una buena decisión de diseño: si es el juego el que se debe adaptar a la habilidad del jugador. Lo cual es un concepto bastante tramposo, pensándolo bien. (más…)