Es posible que Jordan Mechner no haya hecho un mal juego en toda su carrera profesional. Cierto que solo ha hecho media docena, pero todos son de excelente factura y, ¡demonios!, hablamos de la mente que hay detrás de Prince of Persia o Karateka. Y precisamente este último ha sido víctima de un remake por parte de su padre, remake que es lo que nos ocupa en este texto.
El primer Karateka fue creado por Mechner, cuando aún era universitario, en un Apple II, el ordenador de ocho bits que triunfó en Estados Unidos –al contrario que en Europa donde el ZX Spectrum y el Amstrad CPC eran los que se repartían al público–. Para su momento, Karateka resultaba algo sorprendente y rompedor, es cierto, pues la limitación de la plataforma era considerable, pero aun así su creador se las ingenió para usar una técnica de rotoscopia que hacía que los escasísimos frames por segundo de la plataforma lucieran de forma increíble.
En lo que respecta al juego, es la base de un género: un karateka ha de superar a una lista secuencial de enemigos en combate para poder rescatar a su amada. Lo interesante es que habremos de, no solo demostrar nuestro amor a guantazo limpio, sino que la esquiva se hace arte en Karateka. El equilibro entre técnica ofensiva y defensiva ha de ser llevado con cuidado y mimo, pues la inferioridad numérica solo será superada por la superior habilidad del jugador. Es un paso más allá de Karate Champ o Kunf Fu Master, ambos del mismo año, y un posible origen para los beat ‘em up, pues recordemos que aún faltaban un par de años para Renegade.
Sea como sea, si Mechner reinventó Prince of Persia con Sands of Time, de forma magistral en mi opinión, no parecía mala idea hacer lo propio con su ópera prima. Pero el problema acontece cuando en lugar de reinventar se traslada el mismo juego en el tiempo y se coloca en un mundo que ya ha visto progresos inconcebibles para 1984, limitándose únicamente a cambiar la tecnología.
No me entiendan mal: no tengo nada en contra de los remakes cuando están bien hechos o quizá debiera decir “adaptados”. Aquí encontramos un remake demasiado bien hecho.
Nada ha cambiado en Karateka, o casi nada que justifique su existencia y, sobre todo, su venta. Es el mismo juego en el que debemos alternar ataque y defensa, pero sin profundidad alguna ni interés para el jugador salvo el de dar al botón de cubrirse en los momentos precisos para realizar el contrataque, ya que hasta en eso hemos perdido. Ya no podemos atacar cuando queramos, sino que habremos de esperar a realizar un bloqueo para poder pasar a la ofensiva. Estamos, pues, ante un juego de contrahostias, y eso es algo que me revuelve por dentro de malas formas.
Sí, han incorporado un ataque especial que se carga según realicemos ataques perfectos, y también dispondremos de tres oportunidades para rescatar a la amada en apuros (aunque el final verdadero se obtiene solo tras hacerlo con el primer intento, de nombre True Love, manda narices). E incluso se han respetado cosas como el ataque del puñetero halcón del juego original que hacen que la esencia clásica esté ahí pero, y éste es el verdadero quid de la cuestión, la jugabilidad huele a rancio y echar el rato con Karateka resulta aburrido.
Personalmente amo el retro, sobre todo el de ocho bits, pero Karateka no es un remake correcto o un juego con jugabilidad clásica. Ahí están Unepic o La Mulana para demostrar cómo hacer bien las cosas en ese campo. Me temo que Mechner ha creado su primer mal juego y, para más inri, lo ha hecho con su primer hito. Y eso sabe aún peor.
Hasta cierto punto es normal que ocurra esto, ya que Mechner lleva demasiado tiempo alejado de la primera línea de los videojuegos. Últimamente ha estado más interesado en sus películas y novelas, y ya en las ultimas ediciones de Prince of Persia tuvo poco que decir. Por lo que veo, a Karateka se le ha hecho un lavado de cara, pero sigue con la misma jugabilidad que, ya en su momento, era mejorable.