Creo que no soy el único con una lista de juegos pendientes capaz de asustar al más pintado. No dejo de comprar y comprar, aprovechando la oferta más nimia y justificando mis actos con un “ya lo jugaré más adelante“, autoengañándome pese a saber bien que “más adelante” habré comprado otros juegos que ocuparán ese espacio. Pero aunque, como decía al inicio de esta disertación, no soy el único, sí he notado en mí una actitud que agrava la situación y ha sido al verlo en terceros, y comentarlo con ellos, cuando he tomado verdadera conciencia de ello. Soy un comprador culpable.
Mi problema viene concretamente de los juegos retro para PC, y debo señalar con dedo acusador a la plataforma de descarga digital GOG (Good Old Games). Sí, soy aficionado a los títulos retro-PC, mucho, y sigo jugando cada vez que tengo oportunidad. Creo que por ello tengo una lista de juegos en GOG desmesurada y casi inabarcable aun viviendo tres vidas. Al margen del tiempo, el problema viene por la compra de muchos juegos que se que no voy a jugar porque soy consciente de que no tengo ya la paciencia, o ellos el encanto, de aquellos tiempos. Pero aun así corro a ponerlos en el carrito para hacer checkout en cuando los veo, antes de que mi cerebro se dé cuenta, aprovechando que mira para otro lado.
Al final de mi adolescencia, a inicios de los noventa, cuando jugaba únicamente en mi vetusto 386, tuve acceso a muchos, muchos juegos, en parte por los omnipresentes amigos que me prestaban sus cajas, aquellos tesoros de cartón con manuales que harían llorar a un indígena del amazonas. Pero, por supuesto, también accedí a montones de juegos piratas. Aquel tráfico de disquetes, aquel flujo de juegos comprimidos en ARJ en pequeñas piezas de placer de 1,44Mb, me pilló de lleno y jugué hasta hartarme. No voy a justificar aquel acto, maldita sea, era un chaval cuya mayor preocupación estaba a caballo entre el sexo y conseguir mejorar mi nave en Privateer. Y a veces era una preocupación oscilante.
El caso es que, ahora, veinte años después, me he descubierto a mí mismo comprando juegos por el simple hecho de haberlos jugado con una copia pirata en su momento. Un sentimiento de culpa absurdo, hay que decir, pues los desarrolladores originales ya no verán un céntimo de mi contribución, pero dentro de mí, un pequeño suspiro de alivio suena cada vez que añado uno de esos juegos a mi colección. Y no soy el único con este trastorno, sé de muchos que han corrido a comprar los juegos que venían en el famoso recopilatorio pirata CD-MIX o que les grabó un amigo en aquellos disquetes con agujero hecho a mano. Somos legión, una legión maldita por el delito.
Esta sensación, este entonar un mea culpa digital, me tiene encerrado en una espiral de “diogenismo” culpable de la que no logro salir; qué demonios, no tengo intención de hacerlo. Porque es ahora, tanto tiempo después, cuando puedo permitirme aquello que entonces ansiaba: una estantería con clásicos necesarios que adoro por encima de otras moderneces. Son feos, con controles toscos, pero entonces los amaba y nunca dejé de hacerlo. Y prometo, me prometo a mí mismo, cada vez que muevo una pieza de mi torre de pecado interior a la estantería digital de GOG, que lo jugaré. Me convenzo a mí mismo de que encontraré un rato para leer su manual, volver a sus mundos y sentirme como cuando tenía dieciséis años. Lo intento tan fuerte que muchas veces lo hago, pero la mayoría me convierto en ese viejo que acumula periódicos en su casa, papeles que se niega a tirar porque cada uno tiene un pedazo de recuerdo del que se niega a desprenderse con cada fibra de su ser. Y ¿saben una cosa? No me importa.
No me importa, porque miro mi colección digital y me siento mejor. Algo dentro de un servidor es un poco más feliz y se siente menos culpable. Y eso, señores, esa felicidad, esa satisfacción por algo tan banal, es lo más importante y hace que me dé igual mi complejo de Diógenes digital. Compro porque me siento culpable. ¿Y qué? Soy feliz siendo el viejo de los periódicos.
Enorme.
Sensación parecida sentimos aquellos que nos sentimos esclavos de nuestra biblioteca de Steam, siempre hambrienta. Se va pareciendo a la nevera, donde guardamos botes de extrañas salsas cada vez más al fondo de los cajones.
La diferencia es que ni los juegos caducan, ni los vamos a tirar, llenos de moho, a la basura.
He estado a punto de comentar mientras el articulo estaba en borradores, de la emocion xD.
Pero vamos, que si. Yo pienso en mi jubilacion. Luego pienso que a saber si llego a la jubilacion.
Aunque mi caso es menos exagerado. De adolescente ya era consciente de ese sindrome de diogenes, y no almacenaba demasiados piratas. Asi que ahora soy menos culpable.
Pero si, ojala tuviera con 12 años mi coleccion de juegos de ahora. AY.
Muy acertado artículo. Comparto la sensación y la gigantesca biblioteca de GoG.
Me gustaría, eso sí, añadir un pensamiento:
Es esa irredimible sensación de culpabilidad (ganada a pulso, dicho sea de paso) la que me hace albergar una fuerte esperanza en la industria a largo plazo.
El triunfo de iniciativas como GoG, el HiB, los packs retro de Steam… que encuentran su público en jugadores tradicionales que después de crecer con un parche en el ojo sienten una obligaciíon moral para con la industria, me hace pensar que en el fondo no importan los eternos ocasos en los triple A, el anclaje en el pixelote indie, las muertes y resurrecciones de compañías que acucien a la industria o cualquier otra plaga que azote a los videojuegos. Siempre quedará un reducto significativo de jugadores que se preocupan sinceramente por el aspecto básico de este negocio: el simple, claro y llano entretenimiento.
PD: ¡34 disketazos que ocupaba el CivNet! ¡Como para no comprar el Civ5 si está barato!
Siendo consciente de ello, parece que este es el mejor tipo de nostalgia que existe. Más si (Como bien dice el Sr Gris) aportan a modelos de negocio válidos y que apreciamos, como los juegos sin DRM de GOG. Es por ello porlo que muchas veces compro Humble Bundles cuando realmente casi me sale más caro que comprar el único juego que no me falta en Steam.
Eso sí, mi biblioteca no se compone únicamente de juegos retro (Que son bastante pocos) sino también de una diógenes de acumular montones de indies que casi nunca tengo tiempo de jugar… Hasta que me tomo un fin de semana para explorar en la biblioteca y sorprenderme, como quien se pasea por un jardín laberíntico.
Normalmente vendría aquí dispuesto a quemarlo todo pero desde la primera revisión del texto no se me ha ocurrido ni una sola objeción. Realmente sufrimos muchos de ese síndrome y también nos vemos arrastrados a esas compras por la culpa o la necesidad de poseer un retal de nuestro pasado…
Eso si, sobre el comentario de Mith respecto a que “nuestra biblioteca de Steam [..] Se va pareciendo a la nevera, [..] La diferencia es que ni los juegos caducan, ni los vamos a tirar, llenos de moho, a la basura.“, debo añadir que no importa lo sólidas que parezcan… las neveras se rompen.
^___^
Pues a mí, el caso es que me gustaría que saliera una tienda que permitiera hacerse con formatos físicos… de los de entonces… de caja grande… con libro de instrucciones gordo… es inviable, lo sé, pero soñar es gratis
Are u serious? Quicir, si, mola mogollón. Pero … cuantos te cabrian? Diskettes, Cds o dvds? Cuantos comprarías?
Hombre, si vinieran en packs tipo “Aventuras gráficas de Lucas Arts” o algo así y pagáramos una mensajería brutal, me lo pillaría seguramente.
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