Sólo hay tres cosas que me gustan en un juego de fútbol: trastear con el editor de personajes para crear una representación lo más fiel posible de mi persona, dar unas hostias terribles a cualquier delantero que ose darle la espalda a mi defensa, y marcar goles de chilena delirantes desde la corona del área. Red Card, si bien no cuenta con un editor de personajes estupendo como el de PES o FIFA, satisface como ningún otro esos dos últimos puntos que tan importantes son para mi correcta diversión. No exagero. Cada partido de Red Card puede y debe contener, por lo menos, tres patadas en la nuca, veinte placajes de rugby, siete cabezazos en el pecho y cinco chilenas imposibles en las que un balón envuelto en llamas vuela hacia la red. Y lo que es mejor, es posible —aunque no obligatorio— hacer todo esto con un equipo compuesto por delfines, predators, mandriles… o toreros. Es decir, imaginad un partido de fútbol en el que once toreros se lían a hostias vivas con once samuráis. O mejor, no lo imaginéis y jugadlo, porque lo tenéis de segunda mano tirado de precio para Playstation 2 y GameCube.
El juego de fútbol en el que pateas balones y cabezas por igual.
Debate
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