Creo que de todos los héroes salidos de las páginas aviñetadas, ya sea de Marvel o de DC, Batman es el que mejor suerte ha tenido en sus adaptaciones a los videojuegos. De hecho en esta misma web hemos hablado de unos cuantos de ellos, tanto clásicos como los más recientes obra de Rocksteady, donde Batman nos ha hecho disfrutar de un par de títulos de muy factura notable.
Dado el abrumador éxito de Arkham Asylum y Arkham City, Warner Bros no podía dejarnos huérfanos de su particular gallina de los huevos de oro antes de que la ya agonizante y presente generación de consolas diese el carpetazo definitivo, y como en Rocksteady andaban ocupados desarrollando la que será la primera aventura de Batman en las consolas Playstation 4 y XBOX ONE (recientemente retrasada hasta 2015) se le encargó el trabajo a Warner Bros. Games Montreal. La directriz estaba bien clara: ser continuista con lo que funciona, y pese a que hay nuevos elementos que dotan al juego de un cierto aire fresco, en realidad los chicos del estudio canadiense han seguido las órdenes a rajatabla. …Seguir leyendo +
En Estados Unidos, el país donde al fútbol se juega con las manos, las distancias están en millas y se desayunan gofres con bacon, el mundo del motor gira en un sentido totalmente distinto al del resto del mundo. Ni el Campeonato del Mundo de Motociclismo ni la Formula 1 les dicen nada: en el deporte de las dos ruedas disfrutan con las máquinas de gran cilindrada de las Superbikes, y respecto a los coches tienen mucho más interés en competiciones como la NASCAR o la propia Formula Indy, de la que vamos a hablar hoy.
Dentro de esta particular visión del deporte del motor, el lugar más carismático es el Indianapolis Motor Speedway, localizado en la ciudad homónima del estado de Indiana. Tal es la influencia y la notoriedad del circuito que hasta se encuentra en el Registro Nacional de Lugares Históricos del país. No es para menos: este circuito fundado en 1909 alberga la competición en óvalo —aunque tiene otros trazados adicionales— más conocida a nivel internacional, las 500 Millas de Indianápolis, y es el recinto deportivo con mayor capacidad del mundo, con un aforo de 257.000 personas. …Seguir leyendo +
Siguiendo la habitual estela de afán recopilatorio y oportunista de VideoShock y uniéndola a mi obsesión por los videojuegos deportivos, el magno evento balompédico nos va a servir para darle un buen repaso a los videojuegos más destacados que ha inspirado el Campeonato del Mundo de Fútbol. Agarraos fuerte, el viaje es largo. …Seguir leyendo +
Es divertido revisar cómo pasa el tiempo y cuáles son nuestros argumentos a lo largo del mismo. En 2010 por fin caímos en la cuenta de la existencia de Kairosoft con Game Dev Story, un port de un juego antiguo de la compañía adaptado a dispositivos móviles. No era algo nuevo, pero no había llegado antes a nuestras tierras. En aquella época eramos muy aficionados a realizar cortas reseñas, de apenas unas líneas, que aparecían de manera aleatoria por los rincones de la web. Fue un título interesante que llegó cuando el mercado de videojuegos de Android apenas estaba despegando y, pese a todo, es posiblemente el título de Kairosoft del que menos hemos hablado.
Un título sobre hacer [ponga aquí su producto]
La cabecera del presente párrafo es casi el comienzo de aquella reseña sobreGame Dev Story que mi compañero Ramón Nafria firmó cuatro años atrás, y resume la premisa de prácticamente todos los videojuegos que he podido jugar o de los que he oído hablar provenientes de esta empresa. El título del que hoy hablo no es una excepción. Mogul Magazine retoma en Android y sin ninguna vergüenza los mismos mecanismos que la empresa japonesa explota en la mayoría de sus obras, pero en esta ocasión ambientando la gestión en una editorial que publica una revista con un tema distinto en cada número.
Al hablar de distintas personas implicadas en el mundo del videojuego, nuestra perspectiva suele limitarse a desarrolladores, guionistas, grafistas e incluso músicos que dan vida a horas y horas de entretenimiento. Sin embargo, hay ocasiones en las que una persona sin realmente implicación con el mundo del videojuego y, ni siquiera en su momento, con la tecnología en general, termina convirtiéndose en un personaje indispensable para comprender una determinada época de este complicado mercado. Si extrapolamos esta reflexión al mundo del software realizado en España, sin duda se nos vendrá a la cabeza el nombre de Alfonso Azpiri y su estrecha relación con la tan cacareada Edad de oro del software español.
Nada hacía sospechar que este madrileño fuera a terminar estrechamente relacionado con el ocio electrónico. Nació en 1947, en el seno de una familia con gran tradición dentro de la música, así que de joven, Alfonso, fue instruido en piano, aunque su gran pasión era el dibujo. Esto le llevó, durante los inicios de los setenta, a enrolarse en la aventura de la revista Trinca —hasta su desaparición— donde se encargó del dibujo de las series Dos fugitivos en Malasia y Alpha Cosmos. El cierre de la publicación no desanimó a Azpiri y continuó evolucionando su estilo de una forma muy curiosa ya que paralelamente se dedicó al dibujo erótico para revistas italianas —al estilo de Milo Manara— y a las publicaciones infantiles en la revista El Acordeón. …Seguir leyendo +
La agrupación Profesional Associated Developers ha fijado la fecha de su primer congreso para el 24 de junio en Barcelona. La asociación, nacida recientemente bajo el auspicio de varias empresas del sector, se define a sí misma como abierta, activa, inclusiva y horizontal, con el objetivo de responder a las necesidades reales de los creadores de la industria del videojuego. Actualmente ya engloban a sesenta empresas del sector.
La presidenta de PAD, Eva Gaspar, ha declarado que “organizar un congreso por y para developers es uno de sus objetivos principales”. Un evento centrado en las relaciones públicas, en el networking, que “pretende servir de plataforma a los creadores de videojuegos tanto para presentar sus últimos proyectos como para contactar con otros desarrolladores”. Todo bajo el subtítulo de The Networking Party. …Seguir leyendo +
En fútbol hay un concepto, «ataque de entrenador», que se refiere al momento en el que el entrenador toma una decisión muy loca, que todo el mundo ve errónea, pero que él considera que puede funcionar (y a veces, de hecho, funciona). En videojuegos debería haber un concepto similar, «ataque de diseñador», que sería el momento en el que un diseñador toma una idea sin sentido y la eleva al punto clave de un videojuego.
Scram Kitty and His Buddy on Rails (vaya título) es, exactamente, un juego que viene de un ataque de diseñador. Me puedo imaginar el cónclave de Dakko Dakko. En un momento determinado, alguien dice: «Unos desarrolladores independientes como nosotros tenemos que hacer un juego con un punto original. Qué tal si hacemos un matamarcianos sobre raíles, porque se mueve sobre raíles». Ji, ji, ja, ja y lo hacen.
Os puedo decir que yo esperaba que apareciese Scram Kitty and his Buddy on Rails en el no demasiado numeroso catálogo de Wii U. No porque el catálogo sea más o menos escaso, sino porque el juego, que se había mostrado en varios Nintendo Direct, tenía buena pinta. Me gustan los matamarcianos, me gustan los plataformas, los gráficos parecen agradables y esto parecía una mezcla de todo ello. Además, sus autores, Dakko Dakko, habían realizado un par de juegos bastante tontorrones de Playstation Minis de los que, cuando jugaba, disfrutaba un rato más o menos largo hasta que recordaba que tenía cosas más importantes que hacer que perder el tiempo con ellos.
Lo cierto es que este juego a un humilde servidor no le ha parecido nada del otro mundo. Tras un inicio donde tienes que acostumbrarte a sus peculiaridades, avanzas pantalla tras pantalla con sufrimiento por culpa de ellas. Vamos, que no te acostumbras.
Scram Kitty and his Buddy on Rails es, como os he dicho en la introducción, un matamarcianos donde el personaje se mueve sobre un raíl, y puede saltar. Es decir, una mezcla entre plataformas y matamarcianos. Podemos disparar y saltar, pero siempre pegados a un raíl. Con todo, no penséis que esto limita el plataformeo, sino que crea más bien nuevas posibilidades. Por ejemplo, podemos saltar (tenemos el salto normal y un interesante doble salto envuelto en llamas que también sirve como ataque cuerpo a cuerpo) a otra plataforma (que también tiene su raíl), pero en esta plataforma sólo podemos ir en una dirección durante un tramo, porque ese tramo te empuja en la dirección contraria.
Esto, que sobre el papel está muy bien (es original, abre opciones, funciona), no está del todo bien implementado. Por ejemplo, a veces al entrar en un tramo de raíl si se mantiene la dirección hacia donde nos movemos… no nos movemos. De repente, nos quedamos quietos, a pesar de que llevamos impulso, y sin motivo aparente hay que cambiar de dirección para seguir avanzando. Algo parecido a lo que sucede en momentos similares en juegos como Resident Evil o La Abadía del Crimen, donde al cambiar la cámara tenemos que cambiar la dirección, pero aquí sin que cambie la cámara.
Esto, que no impide que finalices el juego, sí que impide cierto disfrute. Acaba con el flow que tiene que tener todo buen matamarcianos. Corta el rollo.
Y una vez estas jugando ves que esta idea de matamarcianos pegado al raíl tampoco es demasiado buena. En un matamarcianos tienes libertad de posición y, a veces, de dirigir el disparo y la dirección de movimiento. Aquí no. Desde una posición puedes ir a la derecha, a la izquierda, saltar y nada más. Así se puede esquivar las balas y derrotar a los enemigos, pero da la sensación de que a las batallas entre enemigos les falta variedad, por mucho que el «commandante» de cada zona tenga una inteligencia artificial interesante, unos patrones variados y ofrezca, ciertamente, un reto. Un reto para el que dispondremos de distintas armas, que iremos consiguiendo conforme avance el juego.
Pero no todo son malas noticias. El aspecto gráfico es realmente bueno, con un colorido y un diseño que, como todo lo demás, parece un homenaje, de alguna manera, al Bangai-O de Treasure. Jugando con pantalla y televisión descubriréis que tiene sentido hacerlo en ambas, pues en la primera hay más campo de visión de lo que ocurre en el juego y aparecen pistas y bromas, mientras que la segunda siempre está fija en nuestro protagonista, de manera que habrá momentos donde lo más interesante será cambiar la vista de una a otra.
En definitiva, Scram Kitty and his Buddy on Rails es un juego que se queda corto para sus aspiraciones. Ha sido muy loado por la prensa inglesa (de donde son sus desarrolladores), y de una manera muy rauda, como queriendo marcar el camino a los demás medios anglohablantes. Algo, de hecho, que no parecen haber conseguido viendo el poco caso que se le ha dedicado en los medios estadounidenses. No es que sea un mal juego, y de hecho tiene puntos brillantes e interesantes, pero se ve lastrado en la consecución de los objetivos a los que se enfrentaba por un par de decisiones de diseño bastante complicadas. Se puede jugar, incluso se puede disfrutar, pero cuesta.
Ya comenté recientemente que Ys: Memories of Celceta era una buena forma de introducirse en la serie de Adol Christin, y lo cierto es que completar este título consiguió que tuviera aún más ganas de ampliar mi experiencia con esta colección de juegos de Nihon Falcom. Es entonces cuando compruebo que en mi biblioteca de Steam, debido a mi Síndrome de Diógenes digital, tengo, por casualidad, el remake de la tercera entrega de esta serie y me dispongo a instalarlo. Mientras tanto, me informo un poco acerca del juego original.
Ys III: Wanderers from Ys ha aparecido en infinidad de plataformas, desde los equipos NEC PC-8801 hasta las videoconsolas SNES o Megadrive, y contaba como característica principal el abandono de la vista cenital y el auto ataque de los dos primeros títulos de la saga —el primero de ellos fue analizado por mi compañero Jaime— para pasar a una perspectiva lateral adoptando un estilo de juego similar a Zelda II: The Adventure of Link. Posteriormente, para su remake para PC y PSP, desde Nihon Falcom decidieron adaptar el juego a la vista cenital que acompaña a toda la saga, añadir más personajes y reforzar la forma de narrar el argumento. Así es como nació este Ys: The Oath in Felghana, que aunque parecía que no iba a ocurrir, al final, sí que lo recibimos en occidente —con 7 años de retraso—. …Seguir leyendo +
Pese a que en occidente no es una saga mayoritaria y seguida por legiones de admiradores, Ys es una serie de juegos con la friolera suma de veintisiete años a sus espaldas. Las aventuras de Adol Christin tienen gran repercusión en Japón pero, por algún motivo, fuera de sus fronteras ni han sido muy publicitadas ni han tenido gran repercusión entre crítica y público. Pese a que desde el lanzamiento en Europa de la sexta entrega —la única con subtítulos en castellano— para PSP y PS2 ha aumentado la cantidad de títulos de las aventuras de Adol Christin que nos han llegado. Su salida sigue sin generar la expectación que debería una saga con tal solera, y todos, excepto la ya comentada sexta entrega —Ys: The Ark of Napishtim—, han sido traducidos exclusivamente a lengua anglosajona. De hecho, una parte —Ys V: Ushinawareta Suna no Miyako Kefin— jamás ha sido publicada fuera de Japón, ni en SNES, consola en la que fue lanzada originalmente, ni la posterior puesta al día en PS2.
La entrega de la que vamos a hablar es el remake del cuarto título de la saga, aunque tal vez la palabra que he utilizado no sea la correcta y tengamos que hablar, más bien, de reinterpretación. La historia de Ys IV es curiosa, en un principio Nihon Falcom dio vía libre a Tonkin House y Hudson Soft para que hicieran, cada una, una cuarta entrega siguiendo unas líneas maestras. El resultado fue dos juegos con más diferencias que puntos en común: Ys IV: The Mask of the Sun para SNES por parte de Tonkin House y Ys IV: The Dawn of Ys para PC-Engine desarrollado por Hudson Soft. Nihon Falcom, que no estuvo a cargo de ningún desarrollo, decidió que la entrega de la 16 bits de Nintendo fuera la canónica de la serie y sobre ella se basó Taito para una posterior versión en PS2 —con ligeros retoques—. Así quedó la historia de la cuarta entrega hasta ahora que, tras escuchar a sus fanes, Nihon Falcom ha lanzado su versión de Ys IV y para ello ha tomado ingredientes de todas las versiones aparecidas, ha retocado un par de elementos y ha parido un videojuego que, además, puede servir de entrada a la serie. Así que, después de esta pequeña lección de historia, entremos en harina. …Seguir leyendo +
En el caso de la mayoría de los españoles, nuestra única relación con Dinamarca se limita a la admiración por Michael Laudrup —si ya tenemos una edad— y las latas de galletas de mantequilla usadas a modo de costurero por nuestras madres y abuelas. Particularmente, yo he tenido la suerte de visitar, aunque solo fuesen dos semanas, este curioso país. A pesar de su pequeño tamaño, Dinamarca es un enclave importante dentro de Europa ya que se trata de un punto de enlace esencial entre los países nórdicos de la zona escandinava con el resto del continente europeo, con el puente de Oresund entre Copenague y Malmö como máximo exponente. Esto ha hecho del pueblo danés una población de gran iniciativa y con calado en el resto del Viejo Continente. Como no podía ser de otra forma, este carácter también ha llegado al mundo del videojuego y, desde la escena indie, el pasado 12 de mayo la compañía Osao Games debutó con Chronology, un juego que lleva meses anunciado a bombo y platillo por los canales habituales del desarrollo independiente.
Chronology es un videojuego de plataformas que se entremezcla con tintes de aventura en forma de sencillos puzles que nos van abriendo paso a lo largo de la historia. Todo esto, enmarcado en un entorno bidimensional, en lo que ya se está convirtiendo en un subgénero muy habitual en las producciones indie. Hasta tal punto que, nada más empezar a jugar, su mecánica nos va a recordar poderosamente a Limbo, aunque sin la estética burtoniana de este último. …Seguir leyendo +
Una de las cosas sorprendentes que puede pasar cuando entres en un recreativo en Japón, además de que en algún lugar muy lejos de allí me estarás provocando una envidia inmensa, es que llegues a la planta de los juegos de lucha. Además de los últimos Virtua Fighter, Street Fighter IV (ya van por el Ultra, no lo olvidemos) y Tekken, nos encontraremos algunos juegos de lucha de primer nivel que aquí se han visto pero que no son tan conocidos: Blaz Blue, Persona 4 Arena o el último King of Fighters. Pero con poco que rasquéis, y además de viejas (o no tanto) glorias como Power Instinct o Fist of the North Star, nos encontraremos juegos de lucha de los que no hemos oído hablar más que en oscuros círculos japoneses. Aquapazza, Melty Blood, Fate/Unlimited, Arcana Heart, Under Night In-Birth, o el juego que nos ocupa, Chaos Code.
Lo cierto es que luego, me van a perdonar los puristas, te pones a jugar a cualquiera de ellos y es como encontrarte con un viejo colega o escuchar una nueva canción de Manowar: no es que el género de la lucha en dos dimensiones se caracterice por la innovación, así que con poco que hayas jugado algo a este tipo de títulos, en seguida estarás avanzando ronda tras ronda hasta que el juego decida ponértelo un poco más difícil.
Y eso es lo que pasa con este Chaos Code. Un juego de unos aficionados a los juegos de lucha que actualmente están radicados en Taiwán (originalmente en Australia) que tenían ganas de hacer algo parecido a lo que habían hecho sus ídolos tiempo atrás y que, tras ponerse manos a la obra, hasta han conseguido que se lo edite Arc System Works. …Seguir leyendo +
Cuando desde las altas esferas de Videoshock se propuso la realización de un top 25 de los videojuegos exclusivos de Game Boy tuve una cierta sensación de tristeza al darme cuenta del poco dominio que tengo sobre la plataforma. En su momento fue todo un objeto oscuro de deseo, fue una época en la que el concepto de portátil en mi entorno se limitaba a algún Game & Watch baratero que pudiese caer en algún cumpleaños. A fin de cuentas, aún soy de una generación en la que sabemos lo que son la peonza y las canicas y para nosotros la calle se hizo para hacer el cafre. En el momento en el que mi interés por los videojuegos aumentó, estaba ávido de nuevas tecnologías y estuve mucho más interesado en la Game Gear. Por eso, al proponerme mi compañero Ramón el realizar una retrospectiva de Ninja Taro me ha hecho ilusión poder bucear en las entrañas de lo semidesconocido de la portátil más carismática de Nintendo.
Ninja Taro es un videojuego desarrollado por NMK, una compañía que a muchos no os dirá nada, pero que estaba formada por una buena parte del equipo desarrollador del Bomb Jack de Tehkan y que es responsable de uno de mis videojuegos favoritos de aviación arcade: P47 – Thunderbolt.
El título fue publicado en Estados Unidos y Japón en 1991 y, aunque no es especialmente conocido dentro del catálogo de Game Boy, cuenta con elementos bastante interesantes. En un primer vistazo queda patente que el videojuego hereda muchos elementos de los juegos de acción y rol típicos de las plataformas de Nintendo. De hecho, sin profundizar demasiado, parece una entrega de la saga Zelda en la que Link ha decidido vestirse de ninja. Sin embargo, la profundidad del título es bastante menor ya que, sin duda, desde NMK pretendían realizar algo más encaminado a la acción a pesar de que cuente con diversos elementos de rol. …Seguir leyendo +