En 1989 una sencilla y manida historia dio pie a uno de los más entretenidos videojuegos de acción de la década: Un científico excepcionalmente dotado, y loco, utiliza una fórmula secreta para desarrollar un ejército de malvados luchadores mutantes con los que dominar el mundo, en este contexto, Dynamite Duke, un hombre con un brazo mecánico y su enorme ametralladora, es el elegido para acabar con la invasión.
El original, desarrollado por Seibu Kaihatsu para máquinas recreativas, fue trasladado rápidamente en colaboración con Sega a la clásica Master System, pero esta versión era inferior en muchos aspectos a la recreativa. Dos años más tarde, en 1991, Sega ofreció una nueva conversión de mayor similitud con el Arcade para su casi recién nacida Mega Drive. Con una mecánica similar a los anteriores Cabal o Blood Bros, a lo largo de 6 complicados niveles de scroll lateral (9 en su versión primigenia) sufriremos el asalto de incontables enemigos provenientes de ambos lados de la pantalla. Estos, complicados de abatir, en ocasiones intentarán esquivar los disparos de cualquiera de las armas que portemos. Los fantásticos enemigos finales de cada fase podrán pasar a un primer plano alterando la mecánica de juego, más cercana en estos instantes a un Punch Out de un sólo golpe que a otra cosa, y deberán ser batidos a puñetazo limpio. La imposibilidad de dirigir directamente el movimiento de nuestro avatar, se mueve en la dirección a la que apuntamos, unido a que el único método de esquivar o moverse rápidamente es agacharse, sin disparar, no logran menguar el ritmo trepidante del juego.
Los enormes sprites del escenario no sólo son vistosos si no que además guardan un cometido oculto. Diseminados por el escenario, existen multitud de elementos destruibles que reportan objetos de interés, desde botiquines a otras armas.
Un clásico interesante pero olvidable debida a su escasa duración.