Real y crudo como la vida misma, este pequeño juego de reflejos y habilidad plantea un reto imposible de superar. Las cuatro plantas de potencia nuclear necesitan ser refrigeradas pero solo puede hacerse una a una. El indicador de color parpadeará durante un segundo y este será el tiempo que dispondremos para pulsar sobre ella y aliviar su calor. Sin más retos que el de obtener la mayor puntuación posible (un punto por pulsación correcta) el menguante intervalo pronto acabará con el jugador. Feo y repetitivo, apenas ofrece algo más allá de la macabra broma sobre Fukushima. Aunque tal vez podría dejar una lección vital sobre la energía atómica.
No Mola, salvo que no lo juegues y quieras torturar a un amigo.