El otro día tuve una conversación con un amigo sobre la simulación de vuelo, sobre su comunidad, motivaciones y, en definitiva, sobre la pregunta «¿por qué?«. Lo cierto es que no alcanzaba a entender los motivos de un hobby tan minoritario, pues es, quizá, el género más cerrado y elitista de jugadores que existe. Sí, la primera premisa suele ser la aceptación de que tras cada piloto virtual se encuentra un piloto frustrado, aunque no son pocos los pilotos reales que usan estos programas para entrenamiento.
Afrontémoslo: aprender a volar en un simulador es caro y absolutamente absorbente. Hablamos de cientos de horas de práctica para dominar un avión en lo que se denominan «hard sims» como puedan ser Flight Simulator, Falcon 4 BMS o cualquiera de la saga DCS, por no hablar de los precios del hardware necesario, pues no solo es requisito un PC de gama media/alta sino que ha de venir acompañado de accesorios como pueden ser unos buenos mandos de vuelo, pedales y un sistema Track IR. En un cálculo rápido unos 500 € sin contar el ordenador. ¿Qué es, pues, lo que nos lleva a muchos a meter los pies en semejante cenagal?
Quizá la respuesta obvia sea la más acertada: disfrutar. Y es que, aunque al profano pueda parecerle un aburrimiento, llevar un Boeing 737 desde Madrid a Berlín tiene incentivos considerables. Ahí está la sensación de superación: no es el destino lo importante, sino el viaje. Saber manejar todos los sistemas del aparato, conocer todos los procedimientos reales y manejar datos del mundo real durante unas horas. Ese oficinista que no hace otra cosa que rellenar impresos en su puesto de trabajo oculta un piloto de aerolínea por las noches, escapando así de una existencia anodina y simple a otra mucho más gratificante.
Pero, aparte de la aviación civil, existe la militar. Ahí es donde los sueños de ser un piloto de combate, un Maverick digital, encuentran el mayor número de adeptos. Muchos aficionados a la historia acaban cayendo en la simulación de la Segunda Guerra Mundial para comprender aquellos aparatos imposibles para su momento, para revivir la Batalla de Inglaterra y abofetear a Adolf Galland a los mandos de un Spitfire, cuyo comportamiento conocen solo por libros. Sentir que un pájaro responde a los mandos como en el papel y conseguir domar a la bestia es una sensación estremecedora solo comparable al chorro de adrenalina al apretar el gatillo contra un caza enemigo durante una persecución de varios minutos. El piloto virtual se convierte en un ser superior en combate, controlando todos los ángulos desde los que puede entrar el enemigo mientras gestiona la altura y velocidad del aparato. Por su mente cruzan tácticas y maniobras estudiadas a lo largo de los años y, cuando el rival recibe una buena ráfaga, el mundo exterior ha desaparecido a su alrededor y es el rey del cielo.
Abstracción, inmersión y emociones lo son todo en un simulador. Ya sea pilotando un A-10C sobre los cielos de Ucrania o un IL-2 sobre Seelowe, la emoción de la caza justifica todo el entrenamiento, todas las horas invertidas en aprender a controlar la montura, todo el gasto en periféricos. Cuando el piloto virtual vuela online, con su escuadrón, esa hermandad del aire lo es todo: coordinación, intercambio de conocimientos, el sentir que la misión depende de uno no son nada alejado a lo que siente el jugador lego en simulación a los mandos de sus títulos. Sí, el entorno es distinto y el nivel de compromiso puede serlo también, pero la meta, el fin buscado, no es otro que la superación y, en definitiva, la diversión.
Por todo ello, no es difícil entender que cuando, tras dos horas de vuelo, con el pájaro lleno de agujeros y viento cruzado, el piloto virtual logra aterrizar su avión, la sensación suprema del ocio se manifiesta: ha vencido. Ha logrado vencer no ya al juego, sino a un buen montón de contratiempos: la gravedad, ese rival que estuvo a punto de ganar la partida, los nervios… Y así, al día siguiente, somnoliento en el metro camino de la oficina, sonríe de medio lado, pues la noche anterior fue un héroe, y aunque nadie lo sabrá nunca, atesora esos momentos como pequeñas porciones de felicidad que mucha gente nunca entendería.
Por eso volamos.
Que grande. Siempre me han atraido los simuladores de vuelo y tras leer esto es imposible que no te entren ganas de intentarlo 🙂
Estupendo artículo DReaper. Estoy seguro que no hay piloto virtual que no se haya visto reflejado en él.
Tremendo artículo, Dreaper, no podías haber expresado mejor lo que muchos llevamos media vida experimentando. Enhorabuena
Me quito la boina, el sombrero de copa y la barretina!
Genial articulo! Y claro así somos!
Genial,me he visto tan identificado que he tenido que difundirlo por el wassap.
Y esto con un Oculus como debe de ser? 🙂
Madre mía, cuanto simulero de pro veo por aquí. O_O
Gracias a todos, oigan.