Una de las ideas más interesantes que se manejan en «Pantalla global. Cultura mediática y cine en la era hipermoderna» (Gilles Lipovetsky y Jean Serroy, 2007) es la de que, al contrario de lo que pudiera parecer por la agresiva competencia que supone internet, la televisión, la música o los smartphones, el cine está hoy más vivo y presente en nuestras vidas que nunca porque su lenguaje y muchas de sus técnicas han sido ya tan interiorizadas por todos que se ha convertido en la principal herramienta que utilizamos tanto para dar sentido como para construir la realidad.
Las barreras que separan la vida del cine se han vuelto, como mínimo, borrosas, convirtiendo al mundo en un gran escenario que funciona 24/7, una puesta en escena ficcionalizada donde conceptos como trama, arcos narrativos o giros dramáticos se han convertido en parte fundamental del discurso mediático que nos cuenta lo que ocurre, desde retransmisiones deportivas a campañas electorales pasando por atentados terroristas. La vida imitando al arte y las personas convertidas en personajes.
En ocasiones, leyendo según qué noticias, a uno le entran ganas de pensar que esta idea de cine como lente con la cual interpretamos el mundo comienza a ser válida también con los videojuegos. Los marines estadounidenses terminan sus partidas de Call of Duty minutos antes de salir a la batalla en Iraq o Afganistán (en ocasiones, incluso grabando vídeos como este visto en NY Times) lo que supone poner bien a prueba las fronteras entre lo digital y lo real, y críticos como Steven Poole han querido ver líneas que unían a gente respetable saqueando tiendas de electrónica, como si no hubiera un mañana, en los disturbios del pasado verano en Londres con unos videojuegos que «nos han condicionado, a lo largo de los años, a asumir que tan pronto como algo que se parezca a un apocalipsis zombi comience, ese será el final del mundo tal y cómo lo conocemos. ¿Cuántos juegos de zombis terminan con el fin de la enfermedad y la vuelta a una vida civilizada?» ¿Por qué no robar reproductores de DVD y PlayStation 3? ¿Por qué continuar con las normas sociales?
Otra tendencia que tal vez podría servir como ejemplo y que, al menos para mí, resulta fascinante, es comprobar cómo los contornos que definen a los líderes políticos parece que se están empezando a confundir con los de algunos héroes de acción que bien podrían haber salido de un videojuego de Capcom o Konami de los ochenta. Vladimir Putin lleva ya tiempo construyéndose una esperpéntica imagen de turbo-líder-pop que supera con mucho cualquier ocurrencia del imprescindible tumblr Love Will Tear Us Aznar, con un currículum que incluye desde defender a unos reporteros del ataque de un feroz tigre siberiano a cabalgar la taiga rusa con el pecho al descubierto y el rifle al hombro, pasando por breves participaciones en el mundo de la Fórmula 1o su pasado como agente del KGB. Una serie de aptitudes que bien podrían recordar a un cruce perverso entre Revolver Ocelot de Metal Gear Solid y el Bill Rizer de Contra.
Por otro lado, en noviembre de 2003, la realidad quiso imitar de nuevo a la ficción y colocó a Arnold Schwarzenegger como gobernador del Estado de California, trazando de pronto inesperados paralelismos con la figura del antiguo campeón de lucha libre y ahora alcalde de Metro City, Mike Haggar (Final Fight), y el pasado fin de semana descubrimos en Bostwana a Su Majestad el Rey Juan Carlos I haciendo un Bungalow Bill a una colonia de elefantes, lo que bien podría servir para programar una versión sórdida y chusca del clásico de NES Duck Hunt.
Pero eso sí, creo que a nadie se le escapa que la realidad siempre es mucho más tristona y desagradable que la ficción. Al menos en los videojuegos podemos meter o no nuestra moneda en la recreativa para ayudar a Haggar en la noble misión de rescatar a su hija y partirles el lomo a los navajeros que aterrorizan a la ciudad, mientras que creo que a ninguno de nosotros se nos ha dado la opción de decidir si queremos financiar que el campechano le plante plomo entre ceja y ceja a un paquidermo en el sur de África.
Por cierto, ¿saben que en los Civilization existe un botón para derrocar la monarquía e instaurar la República? Pues eso.
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