Este año, el 2011 está a punto de terminar y nos encontramos, una vez más, al borde de la navidad. En esta época las desarrolladoras se apresuran a lanzar sus títulos para que sean engullidos en una oleada de compras masivas e indiscriminadas. Sin embargo, no deja de ser interesante pararse unos segundos a analizar el repertorio de posibilidades que están a nuestro alcance como consumidores.
Y no, con este artículo no intento hacer una selección de recomendaciones de compras navideñas; nada más lejos de mi intención. Simplemente quiero mirar hacia las compañías de videojuegos, hacia los llamados publishers, porque analizando su catálogo nos podemos analizar a nosotros mismos como consumidores. Al fin y al cabo, ellos sólo nos dan lo que nosotros pedimos a gritos.
Entre los juegos que podemos encontrar hoy en día tenemos, como siempre, al Call of Duty de turno, o a su homónimo competidor llamado Battlefield, como jefes de lista del partido de los juegos de disparos en primera persona, un género en el que muchísimos otros títulos se agolpan para ofrecernos la misma experiencia en diferentes escenarios y, como mucho, con diferentes apariencias de enemigos.
También encontramos terceras, cuartas, quintas o decimotercera-segundas partes de franquicias con las que llevamos conviviendo muchísimos años y de las que parece que no podremos desprendernos jamás. Por mucho que hayan mutado y se hayan deteriorado… por mucho que hayan cambiado hasta el punto de ser irreconocibles, parece que el hecho de que compartan nombre con algunos títulos legendarios es razón suficiente para elegirlos entre muchos otros.
Un dos tres, repetimos, un dos tres, rep…
Pero si no queremos arriesgarnos con secuelas de franquicias ya conocidas no tenemos por que hacerlo. Hoy en día hay infinidad de grandes compañías que nos permiten volver a comprar los juegos mas exitosos de sus catálogos. ¿Un pack de Metal gear? ¿Un pack de Zone of the Enders? Un pack Ico + Shadow of the colossus. Un pack de los Devil May Cry... ¿por qué no volver a comprar Ocarina of time? ¿hay rumores de Majora’s Mask para 3DS? ¿para cuando el remake de Final Fantasy VII? Bien ¡pero que no cambien absolutamente nada! Al fin y al cabo estamos hablando de juegazos y preferimos volver a jugarlos una y otra vez antes que probar un nuevo título porque hoy en día por desgracia todos son muy parecidos.
¿Qué está pasando? ¿A qué viene este cultismo, este fanatismo por el calor de hogar, por el reconfortante hastío de lo predecible? ¿estamos cansados de que nos sorprendan? ¿preferimos seguir adorando a los mismos ídolos eternamente? ¿es un problema de las desarrolladoras… o es un problema de los jugadores?
La política del aburrimiento como forma de entretenimiento y el conservadurismo cultural no afectan solo al campo de los videojuegos. Consultad una cartelera de cine y encontraréis una nueva entrega de Misión Imposible, el desenlace de la saga Crepúsculo, un spin-off en El gato con botas (personaje que ya ha salido en dos de las tres películas de Shrek), la segunda parte de Happy Feet o de Fuga de cerebros, la tercera parte de Alvin y las Ardillas y un rico surtido de adaptaciones de novelas o de cómics de éxito.
Dadme más de lo mismo, pero con mejores efectos especiales si puede ser
Incluso las «revoluciones» tecnológicas y jugables como Move o Kinect no vienen a ser nada más que revisiones de periféricos como el sensor de movimiento de Wii o el propio Eye Toy, que llevan años inventados y que se esfuerzan en intentar seguir haciendo que abrir botellas de champán, fingir convulsiones o hinchar ruedas nos parezcan actividades divertidas.
Hay que salir de este pozo de brea y la clave para lograrlo está en nuestras manos. No es decisión de los desarrolladores; es decisión nuestra. Nosotros decidimos a qué queremos jugar. Así que abrid los ojos, buscad cosas nuevas, dadle una oportunidad a lo indie, mandad a callar a quien os diga que Rising no va a molar porque «no parece un metal gear» y cuando llegue Call of Duty cinco, decidle: Por el culo te la hinco.