Uno se va haciendo mayor y se vuelve cada vez más cínico: las injusticias de la vida o la mala actitud de algunas personas cada día me importan menos; peor, a veces hasta me parecen razonables. Ver cómo funciona el mundo de las publicaciones digitales españolas en la industria del videojuego no me ha ayudado.

Antaño, cuando veía una página que anunciaba a bombo y platillo el lanzamiento de una nueva imagen de un videojuego esperado solía echarme las manos a la cabeza. Tengo que admitirlo, en ocasiones, cuando me crucé con los responsables de según que «textos» llegué a comportarme casi como un trol o, peor, les miré mal. De crío me dolía ver como mis «héroes«, esos a los que admiraba o a los que quería imitar, se vendían y ofrecían al público según que cosas. Sí, ya sabéis, todos hemos pasado por el síndrome de «vuela un puente Clint«.

Dramatización: los engranajes de una redacción en el día a día

Pero la edad no perdona. Decían en Batman: El Caballero Oscuro que «o mueres como un héroe o vives lo suficiente para verte convertido en un villano«. Esta, como otras perlas del mundo del cine o el cómic, pese a parecer algo bobas, son ciertas. La edad no perdona, la inquietud por un oficio crece y empiezas a indagar; puede que con suerte acabes dentro de algún modo y puedas admirar los engranajes de la gran máquina.

Lo viste. Tus héroes se vendieron, o tal vez les obligaron, pero en cualquier caso no fueron la primera rueda del engranaje en pudrirse. Aquella imagen (tal vez sólo un logotipo con un número) acabó siendo portada de una publicación seria y famosa por una buena razón.

Primero, en el estudio siguieron la máxima de que es mejor que hablen de ti aunque sea mal. No importa que ello implique insultar a los pocos seguidores con cerebro que te queden; por eso pidieron al equipo de prensa que lanzara una nota informativa sin información. Luego, compungidos, en el equipo de prensa se resignaron (con quejas o sin ellas) y lanzaron lo poco que tenían. Mercenarios, como todos.

Más tarde, en una redacción o en muchas, alguien le apretó las tuercas a un redactor; puede que muy pocas vueltas porque ya estuviese bastante pasado de rosca. Sea como fuere, el escritor, con suerte para nosotros puede que un periodista (por desgracia para él si así es), tuvo que hacer un alarde de imaginación al redactar una noticia de trescientas bravas y aguerridas palabras completamente huecas adjuntas a una imagen sin sentido.

Nuestro héroe, ahora convertido en villano cual teleoperador de venta de ADSL, no puede caer más bajo. O puede que sí, tal vez comiencen a encargarle artículos patrocinados camuflados de críticas. Sí, no os hagáis los suecos, esas que todos hemos visto contradiciéndose o dejando notas que no concordaban con el texto. Textos que omitían cualquier mal evidente en boca de todos. ¡Ah, amigos! Las notas. Otro cantar.

Uno crece y ve las cosas con perspectiva. Si esta gente entró con ilusión la destruyeron, si no la tenían y se dedican a esas tareas hace ya tiempo que estaban huecos por dentro o la necesidad les cegó el juicio. Redactores con escrúpulos, trols amistosos, que tire la primera piedra aquel que esté libre de pecado. Al fin y al cabo, todos tenemos que comer.