En otros tiempos, desde la comodidad de nuestros hogares, nos hacía gracia que en Turok, por ejemplo, cambiasen el color de la sangre a un verde chillón; no pasaba de la mera anécdota que juegos como Dead Rising fueran vetados sin remedio en Alemania; ya lo adquirirán de importación, pensábamos. Pero todo ha llegado demasiado lejos. Con las últimas propuestas de ley aceptadas y por aceptar en el Parlamento germano, se crea un peligroso precedente en la Europa de los iguales.
La reciente y triste matanza de Winnenden, que no hace más que sumarse a una lamentable sucesión de sucesos similares, consiguió que aquel amarillismo americano que tan lejos nos parecía estar, haya aterrizado de repente en nuestras costas. Pese a que con Columbine, entre otros trágicos sucesos, ya se había demostrado por activa y por pasiva que los videojuegos no son más que un factor de los muchos que forman a una persona y no el culpable directo de sus delirios, la historia se repetía, una vez más, en Alemania.
Cargar contra los videojuegos, está demostrado, es el recurso más fácil y más barato que existe a la hora de buscar culpables. Es una industria joven, frágil pese a los millones que mueve, y naturalmente no cuenta con la aceptación social que se han ganado con los años otras formas de entretenimiento. Buena prueba de ello es la completa muestra de desinformación que exhiben los mismos órganos periodísticos, de los que se espera por su formación un mínimo rigor a la hora de hablar el tema. ¿Os habéis fijado que siempre que un videojuego es culpable de alguna matanza, se trata de un juego que tiene como mínimo diez años? Curiosamente nunca son juegos recientes, sino juegos obsoletos que siguen manteniendo cierta popularidad.
Atacar a la industria armamentística y al mismo gobierno que permite que una familia media guarde en su hogar hasta quince armas de fuego o que se entrene a un adolescente en prácticas de tiro sería ya no difícil, sino meterse en camisas de once varas. Cargar contra una sociedad que consiente que miles de niños y adolescentes tengan que enfrentarse todos los días de su vida a un infierno de constante humillación y desprecio en las aulas, tampoco interesa. Arremeter contra esa conciencia colectiva que nos disculpa dejar de lado a nuestros hijos y no atender a los derechos más básicos de educación y atención que requiere un niño, eso sería jugar a ser Dios.
En cambio, ahí están los videojuegos: presa fácil, enemigo público número uno y culpable de todos los males de la sociedad. De la noche a la mañana, un mero hobby, una forma de escape tan simple como lo es el parchís, con la que disfrutamos todos los días de nuestra vida, se ha convertido en el antagonista, a ojos del mundo, de todo lo que es bueno y justo. Los videojuegos han permitido y han empujado a un chaval a matar a quince personas para posteriormente suicidarse… Eso y nada más. Este titular, tan horrendo en su planteamiento por cualquiera con sentido común, se lo creen a pies juntillas millones de personas. ¿Nos hemos vuelto locos?
El resultado es desolador, y más para un país que creíamos por encima de esta clase de disparates tan habituales al otro lado del charco: normas más duras todavía respecto la difusión de videojuegos “violentos” (¿es que nadie ha oído hablar de los órganos de regulación de edades?), la posibilidad de prohibir el desarrollo de juegos de temática violenta en tierras germanas, lo que probablemente consiga que empresas punteras como Crytek tengan que abandonar su sede con las consiguientes y evidentes perdidas económicas y de puestos de trabajo, y la más insultante de todas, la privación de jugar a juegos como Counter Strike en público, obligando a sus jugadores a recluirse en casa como si fueran parias.
Utilizar el amarillismo de la prensa y de la opinión popular, convertirlo en miedo y restar libertades elementales en nombre de esos temores de la sociedad no es algo nuevo. A lo largo de la historia lo han hecho todos los imperios, todos los fascismos, todos los poderes totalitarios… Sí, incluidos aquellos de los que tantos esfuerzos invierten los alemanes para eximir y subsanar sus crímenes en el pasado: el Tercer Reich.
Que hoy en día una democracia se crea capacitada para tomar la decisión de prohibir tajantemente una forma de expresión más como cualquier otro arte, ya no solo es ofensivo, es un insulto a todos aquellos que antaño lucharon por la libertad y la autodeterminación. ¿Bajo que catadura moral se elige quien está capacitado para delimitar que es aceptable y que no? Y naturalmente, ¿quién es el responsable que los elige? ¿Qué formación pueden justificar que les haga meritorios de tal puesto? ¿Qué trasfondo tiene y que guías sigue para tomar sus decisiones? ¿Cómo puede alguien creer que está por encima de la moral y que no?
No solo es el hecho de las pretensiones de un gobierno de limitar lo que es aceptable o no aceptable para sus ciudadanos, otra forma de fascismo, sino como ese alguien responsable es capaz de mirarse al espejo cada mañana y creer realmente que está haciendo un servicio a su país.
Como antaño, cuando Turok era censurado o Dead Rising prohibido, no nos quedemos con la mera anécdota, no nos crucemos de manos sin más; esta vez es realmente grave. Dejemos bien clara lo repulsiva que nos parece esta idea desde el principio, apoyemos a todos aquellos jugones alemanes que ya han salido a la calle a reclamar sus derechos, y no permitamos que otros países europeos puedan tomar ejemplo de uno de los motores del viejo continente.
Esto no solo es una llamada de atención a los videojugadores, cualquier persona con dos dedos de frente debería asumir que se empieza censurando un mero entretenimiento como un videojuego y se acaba tijereteando la información y comunicación más elemental. Al fin y al cabo se esta censurando el arte, que es lo que es el videojuego, asumámoslo de una vez. Y no hay tanta diferencia entre aquel que decide tijeretear un videojuego y aquellos que pretendieron tapar las vergüenzas al David de Miguel Ángel. La larga mano de la censura no conoce límites y una vez desatada es imparable.
Hablemos del tema, debatamos, escribamos artículos; hagamos participes a la opinión popular de este tema… No se trata de salir a la calle a salvar el mundo, pero dejemos bien claro, desde el principio, que no toleramos que se juegue abiertamente con nuestras aficiones y que no permitiremos, bajo ningún concepto, que semejantes medidas lleguen a nuestro país.
Nota del autor:
A las pocas horas de terminar éste articulo, me llegan las primeras noticias de que Venezuela está en vías de aprobar un proyecto de ley que, de forma muy similar a Alemania, prohibirá sin límites la venta y uso de juegos calificados como «bélicos». El caso de Venezuela es si cabe todavía más grave, ya que incluso se sancionará su fabricación e importación.
Una vez más, una democracia decide sin concesiones lo que es conveniente para el pueblo, lo que contradice en sí mismo los principios democráticos y sociales más básicos. Al perverso carro de países como Alemania o Australia, ahora se une Venezuela. ¿Qué falta para que España siga este nefasto camino? Me temo que cada vez menos.
Repetiré lo que muchos Venezolanos han dicho por foros: «Ha llegado la época dorada de los buhoneros». XD
La verdad es que es una vergüenza..
Como dice el refrán, las barbas ya se pusieron a remojar con «Manhunt 2», que finalmente salió a la venta en España, aunque no exento de polémica.
A ver cuánto tardan en empuñar las tijeras.
Afortunadamente en España hay mas manga ancha, como ocurre con el P2P o el cine, que afortunadamente no pasa por la tijera.
El tiempo que dure esta situación será otro cantar, pero los que crecimos con este método de entretenimiento ahora tenemos mas voz, y la aceptación llega con la edad.
Aún así, es vergonzoso la forma de echar las culpas al primero que pasa con tal de no hacer autocrítica.
En primer lugar quería decir que el hecho de no permitir la venta de un videojuego o prohibir la importación no significa que no pueda comprarse, pues para ello está, por ejemplo, la plataforma STEAM.
En segundo, me parece especialmente grave que no se permita su desarrollo, puesto que esto indica que no se piensa en su disfrute responsable e inteligente, sino evitarlo de plano, gran error de una sociedad que tiende a los abusos y no a los usos, a la que desgraciadamente pertenecemos.
Por ese mismo motivo, que se prohíba un juego calificado de violento porque se suponga que induce a personas a cometer delitos, cuando sabemos que esto es un bulo, me gustaría indicar que es un mal ejemplo el de las armas, a las que en éste país les otorgamos tan mal título.
Y es por ser igual que Alemania, que creen norma y alarma social no evitará que existan nuevos juegos violentos (lo que no es malo), en España, que demonicemos algo que la mayoría no conoce no evitará que no existan y que sólo ganen los traficantes de armas (que si es malo) y los que los combaten, perdiendo en el camino todos los demás, que los financiamos.
Por eso, la culpa no es del Gobierno germano, es de todos los ciudadanos que consumen las noticias mutiladas e hinchadas del amarillismo, de ese instrumento del mismo, y que han bebido de ese caldo de cultivo del que todos lo hacían hasta que la gripe mental que incubaba les ha dejado la personalidad enferma y consternada.
Este y todos estos males parecidos no indican sino un mundo débil que debe ser guiado por no se sabe quién. El verdadero fascismo es ese, y nosotros nos dejamos guiar.
PD: En pequeña crítica al post de Blocker, quería añadir que en España no hay manga ancha con el P2P, la ministra González-Sinde es clara. Lo que pasa es que somos muchos forajidos de la vida moderna XDDD.
Recogiendo el guante de HaploG, simplemente comentar que por mucho que diga la ministra, de momento no está penado el hecho de compartir archivos audiovisuales por métodos P2P, sigue estando vigente el derecho a copia privada.
Esto no lo pueden decir nuestros vecinos del norte por ejemplo.
El tiempo que nos dure lo desconozco, pero por mucho que la SGAE y la super-ministra hablen, mientras que en el código penal siga siendo lícito el hacerse una copia privada de películas o un disco de música estamos a salvo. Otra cosa sería entrar en temas de software pero ese es otro cantar donde ya se nos puede tachar de forajidos.
Acepto la respuesta de blocker a mi comentario, es totalmente cierto lo que dice en el último, que no está penado y no es delito ni falta ni nada el compartir archivos en P2P. Pero en Francia retiraron la ley antidescargas el 11 de junio cuando el Constitucional la consideró ilegal en varios puntos. La diferencia que creo más notable es que nosotros poco a poco vamos camino de repetir el infructuoso camino de Francia y proclamar una odiosa ley anti P2P, y espero equivocarme o que siga siendo siempre igual o más infructuoso en ese sentido.
Siento haber escrito anteriormente tantísimo jajaja, perdonad.
En alusión al comentario de HaploG, como has comentado en Australia según parece es ilegal no solo la venta en el propio país sino también su importación. Y hasta hace no mucho la distribución digital parece que era una opción viable, sin embargo esto puede cambiar fácilmente.
Llegados a ciertos extremos es difícil saber cuando parar, por eso es importante no pensar en lo que aun te queda, si no en lo que te acaban de quitar.
Una ley contra el P2P sería un atraso. Es cierto que muchos lo usan para malos fines, pero yo lo uso muy poco y para bajarme cosas como los discos de OCRemix, que tienen licencia Creative Commons y es totalmente legal bajárselos, ya que los autores así lo desean. Si prohíben el P2P en cierto modo censuran a esos artistas.
Desgraciadamente ya he visto por aquí algo parecido. El viernes comiendo con unos compañeros de trabajo una de ellas me comento que no entendía que me gustarán juegos como los COD, Mad World… y que ella prohibiría esos tipos de juegos violentos. En lo referente a lo que haría con sus hijos, sería no dejarles jugar a esos videojuegos salvo que “le explicaran convincentemente porqué quieren jugarlos”. Yo la verdad es que no lo entiendo, yo sólo sé que me gustan esos juegos, lo veo como una afición más, como ir al cine o pasear por la calle.
No creo que la prohibición sea lo correcto, pues si se tuvieran en cuenta las edades que la PEGI y otras organizaciones indican claramente en los juego, los padres también podrían “filtrar” a lo que juegan sus hijos. Aún así, a mí hermano le dejo jugar al COD1 y no creo que por eso termine dentro de 4 o 5 años, cuando tenga 16 o 17 años, convirtiéndose en lo que la “señora” Paloma Pedrero indicó en su artículo.
Esto es simplemente algo que ya ocurrió con el Rol o el manga y el anime, acordaros de las camisetas en las que se podía leer “El Rol/Manga no es peligroso, la ignorancia sí”. Ahora habrá que defender que “los videojuegos no son peligrosos” a esas mentes cerradas que no saben que los jugadores sí sabemos distinguir entre la realidad y la ficción.
En conclusión, esto no es una lucha por evitar censuras o falta de libertades, sino que es una lucha entre el sentido común y la ignorancia, pues esas leyes son sólo fruto de esto último que es más peligroso que cualquier otra cosa y que me da miedo pensar a dónde nos puede llevar.
Aparte de la hipocresía de esa gente que considera malo un videojuego violento y luego los mismos no censuran que se emita en la televisión todo tipo de contenidos violentos, así como un control sobre lo que se debe de emitir o no durante los telediarios cuando los niños están comiendo mientras ven la televisión junto a sus padres, algo muy común, me parece lamentable, reitero, que aún la mayoría de la gente con la que he hablado estos días sobre cosas así llegue a la conclusión de que el problema es que habría que velar por no crear un condicionamiento violento como si todos fuésemos incapaces de separar la realidad de un mero entretenimiento.