En el presente año tuve la suerte de formar parte de una mesa redonda sobre videojuegos en la universidad politécnica de Valencia, dentro del VIII Workshop Calsi. La compañía era buena (Nae, José Vicente Pons y Calpe) pero el desarrollo del evento no fue especialmente excelso. Podemos buscar varias explicaciones como la mala hora (era el último evento de todos) o la coincidencia con el deporte rey (partido de Champions), aunque en mi opinión esto puede verse como un fiel reflejo del estado del interés por el videojuego en España entre el público general.
No quiero decir que fuéramos el mejor y más divertido grupo de “ponentes”, pero cuando no consigues que el público entre en la charla, llega un punto en el que te preguntas si están interesados en el tema o solo pasaban por allí. Es cierto que bajo el título genérico de “videojuegos” que aparecía en el programa podía entrar cualquier cosa, pero creo que se trataron temas suficientes como para que alguien se hubiese sentido impelido a hacer preguntas. ¿Nadie tenía curiosidad sobre modelos de negocio, desarrollo en España, estilos del videojuego español, juego en linea, comunidades online, interfaces y otro largo etcétera de temas que se trataron? Apenas tres preguntas en casi dos horas.
Tras mi inesperado (incluso para mi) “speech” inagural, ya subido y ante el público, tuve que continuar. ¿Contenido? Un ligero repaso a cómo la nueva concepción de la red (la llamada web 2.0) ha cambiado el videojuego. Y aquí empezaron mis desavenencias conmigo mismo. Por una parte, opino que la revolución de la red no ha afectado al videojuego en sus características principales, mientras que por otra la veo como uno de los mejores escenarios posibles de los últimos tiempos. Todos esos conceptos que nos han querido vender como revolucionarios (contenido generado, participación, redes…) ya existían en los videojuegos, donde el usuario siempre ha sido el centro de todo. En cambio, las posibilidades que se han abierto para desarrollar videojuegos han crecido de forma exponencial. Ahora un pequeño grupo de personas con algo de dinero puede hacer un juego y aspirar a que sea rentable, cosa que hace cinco años no era más que una utopía. La nueva red debe traer nuevos desarrolladores y estos deben venir con nuevas ideas, para aplicar en nuevos mercados. Ahora bien ¿por qué cuando me preguntan por el futuro soy pesimista?
Tal vez no puedo ignorar la vieja costumbre ibérica de infravalorarnos. Para que todos estos cambios pudiesen afectarnos, deberíamos contar con una industria que tuviese un reconocimiento, gente que estuviese dispuesta a invertir en esa industria, gente que supiese dirigirla. A día de hoy veo posible que España reconozca el videojuego como algo digno de apoyarse de forma palpable, incluso veo probable que haya quien se quiera jugar los cuartos en poner en movimiento la maquinaria necesaria para mover esta industria, pero no soy capaz de ver quién la dirigirá y la pondrá en el buen camino. La historia del videojuego en España se escribe con fracasos y empresas que se han hundido en la oscuridad justo después de tocar la gloria. Y eso no es falta de público, ni de mano de obra: eso son fallos de gestión. Mientras no solucionemos ese problema de base, continuaremos en un país que no crea videojuegos más allá de pequeños proyectos, los ocasionales destellos de lo que podría ser la industria del videojuego español.
Si fuera de la zona, habría ido posiblemente, así que no te sientas tan mal porque haya ido poca gente. 😛