Desde hace algunos años existe la tendencia cada día más acusada de lanzar a la venta títulos de escasa duración. Existen muchas razones que propician este fenómeno, tal vez una de las más evidentes sean las económicas. Es casi una costumbre de los medios de comunicación el bombardearnos anualmente con noticias refiriéndose al creciente aumento de las cifras de ventas y de gastos en producción, que para la mayoría de las franquicias de las grandes compañías puede ser mayor al de una película.
Tanta repetición deja al dato al borde de convertirse en un mero tópico, lo cual no quita que sea totalmente cierto. A lo largo de las décadas, los juegos han pasado de ser un entretenimiento creado casi de forma artesanal por un minúsculo puñado de personas a convertirse en el producto audiovisual de una cadena de montaje. Primero llegaron los costosos procesos de animación bidimensional, donde por culpa de las limitaciones técnicas conseguir un título capaz de mostrar una animación fluida o un escenario reconocible era un trabajo épico. Tiempo, personal y dinero es lo «único» que hizo falta para que la animación en videojuegos rivalizara con algunas de las producciones homólogas televisivas. La increíble capacidad de los motores tridimensionales de reutilizar el trabajo varió el rumbo pero no la mecánica. Mucho más dinero, personal y tiempo después, las producciones tridimensionales y las licencias de los motores empezaron a comerse el groso del coste de la producción. La moda de las bandas sonoras orquestales y los doblajes por famosos dobladores de películas o animación llegó al videojuego. …Seguir leyendo +