Antes de que empiecen a leer tengo que advertirles que este post contiene altos niveles de ‘no-me-beso-porque-no-llego’, grandes concentraciones de winning mood por párrafo y hasta un 75% más de auto-caricias en el lomo. El motivo es que la semana pasada completé, uno detrás del otro, los tres juegos clásicos de Ninja Gaiden para NES, una serie de plataformas de acción aparecidos entre 1989 y 1991 que han pasado a la historia del medio por su atractiva estética ninja exploitation, por sus melodramáticas cut-scenes y, sobre todo, por conseguir que un nivel de dificultad propio de los doce trabajos de Hércules no solo no se sienta como una característica injusta o gratuita, sino que se convierta en uno de los grandes aliciente para jugarlo y rejugarlo.
A lo mejor para ustedes este logro no es para tanto. “Pffff Pablo, yo el Ninja Gaiden me lo pasé mientras chateaba con mi primo por Whatsapp”. “Bah, yo me cargué al final boss del segundo juego en el descanso de un Barça-Madrid”. “Meh, el tercero es tan fácil que lo terminé con PornoTube de fondo”. Tal vez ustedes sean auténticos jedis del control pad, pero para mí, que nunca subo el nivel de dificultad por encima de ‘normal’, el completar la trilogía de Tecmo sin ninguna trampa ni ayuda del F5/F8, se eleva a categoría de hazaña mitológica. Una proeza que, de ser más atrevido, me tatuaría en un pie. …Seguir leyendo +