Cuando alguien dice que los videojuegos no son arte, y el cine si, pienso en Rambo, pienso en Conan, pienso en casi cualquier película del cine de acción. De algunas solo puedo decir que si eso es arte, más bien es de hartar.
Y hablando de videojuegos, pienso en Ikari Warriors y pienso en Golden Axe. Pienso en cualquier título de los que denominamos en inglés beat’em up, y que suelen coinsistir en una ensalada de galletas, tajos, golpes y demás sin importar demasiado la historia. Esos juegos no quieren aportar un nuevo referente a la vida del usuario, no quieren que recapaciten, no quieren ser arte. Hasta que te pones a jugar a un juego desarrollado por algunos de los padres de Devil May Cry, basado en uno de los libros apócrifos de la religión cristiana (el Libro de Enoc), donde no sólo quieren hacerte pensar (o lo dejan ahí para que hagas con ello lo que quieras) sobre la libertad, el amor, los mandatos de Dios o el perdón, sino que también se convierte en un espectáculo de belleza pictórica, que juega con los colores, los trazos, las transformaciones y con la percepción de lo abstracto. …Seguir leyendo +