En otros tiempos, desde la comodidad de nuestros hogares, nos hacía gracia que en Turok, por ejemplo, cambiasen el color de la sangre a un verde chillón; no pasaba de la mera anécdota que juegos como Dead Rising fueran vetados sin remedio en Alemania; ya lo adquirirán de importación, pensábamos. Pero todo ha llegado demasiado lejos. Con las últimas propuestas de ley aceptadas y por aceptar en el Parlamento germano, se crea un peligroso precedente en la Europa de los iguales.
La reciente y triste matanza de Winnenden, que no hace más que sumarse a una lamentable sucesión de sucesos similares, consiguió que aquel amarillismo americano que tan lejos nos parecía estar, haya aterrizado de repente en nuestras costas. Pese a que con Columbine, entre otros trágicos sucesos, ya se había demostrado por activa y por pasiva que los videojuegos no son más que un factor de los muchos que forman a una persona y no el culpable directo de sus delirios, la historia se repetía, una vez más, en Alemania. …Seguir leyendo +