Estoy consternado. En serio. Tras ver la riada de comentarios que se hacían al respecto de la beta del último juego de Bungie, Destiny, decidí desempolvar la Playstation 4 —que llevaba en el armario tras una mudanza desde que me pasé Transistor—, pedirle un código a un colega y pasar por el ritual de «actualización-instalación-actualización».
La verdad es que en general ha sido una buena idea. Ahora mi Playstation 4 está bien instalada en mi comedor, he configurado correctamente todo —Wifi y conexión con Playstation Vita—, puedo jugar a la consola desde el baño o la cama, y además he disfrutado de la beta. Todo ventajas. Pero tras unas cinco horas, más o menos, de juego —una buena parte en el baño—, habiendo llegado a nivel cinco y pese a haberlo disfrutado bastante, mi postura ante este juego se resume en un rotundo NO. Y os aseguro que me lo he pasado bien, he disfrutado pegando tiros, subiendo de nivel a mi hechicero, encontrado nuevas armas, descubriendo nuevos enemigos. Incluso he participado en la misión que puso Bungie a las once de la noche del sábado, que nos llevaba a la Luna, y donde enemigos de bastante más nivel que el mío me dieron cera hasta que encontré la manera de lidiar con ellos.