Los que me conozcáis un poquito sabréis que el próximo estreno del remake de Mad Max en los cines, sería razón más que suficiente para que me pusiera a rebuscar en mi baúl de videojuegos en busca de algún título que hubiese estado inspirado en la trilogía original. El caso es que, a pesar del éxito de la película protagonizada por Mel Gibson, los videojuegos prácticamente permanecieron ajenos a dicho taquillazo -algo que, por ejemplo, no está pasando con el estreno actual- y el único intento que viene a mi memoria es el de un videojuego para NES publicado por Mindscape y que fue tan mediocre que, la verdad, me ha dado cierta pereza hablar de él.
Por eso, en esta ocasión voy a buscar un tipo de inspiración distinta respecto a la película y voy a revisar un videojuego cuya única relación con el film de George Miller es un pequeño juego de palabras con su título. Estamos hablando de Mad Mix Game, videojuego desarrollado por la hispana Topo Soft y que tiene mucho más que ver con nuestro querido comecocos que con ninguna historia de futuro apocalíptico.
Mad Mix Game fue publicado en 1988 en plena euforia de ventas por parte de Erbe con el recién instaurado precio de 875 pesetas y fue un éxito notable de la compañía en aquel año, apareciendo también en hasta cuatro recopilaciones entre 1988 y 1989. El responsable principal de Mad Mix Game fue Rafa Gómez, todo un clásico de Topo Soft que ya había dado muestras de su valía con títulos de la talla de Survivor y que más adelante dejó otros clásicos como Viaje al centro de la Tierra, Gremlins 2 o incluso la secuela del juego que hoy nos ocupa.
¿Pero cual fue la clave del éxito de Mad Mix Game? No dejaba de ser el enésimo clon de Pac-Man y ya hacía casi diez años del título original, su mecánica de juego estaba ya más que superado. El acierto fue el no realizar un simple clon tal cual y aplicar una serie de ideas muy originales. Sin embargo, esto no hacía olvidar lo básico del juego que se inspiraba y, de hecho, el primer nivel es todo un homenaje al videojuego original al representar exactamente el diseño del nivel del videojuego de Namco. A partir de ahí, todo son ideas que solo hacen sumar.
Como era de esperar, el objetivo del juego es conseguir que nuestro protagonista se coma todas las bolas que se encuentran en el nivel sin que sea abatido por los enemigos, a los cuales puede vencer si ha tomado una bola especial que lo deja en el estado de Coco «cabreao«, tal y como nos indicaban las instrucciones del juego. Hasta aquí todo normal, pero el caso es que nuestro protagonista puede realizar a lo largo del juego una serie de transformaciones que hacen la partida mucho más variada y nos ayudan a ir avanzando. Por un lado, puede convertirse en Hipopodoso, un hipopótamo que puede aplastar a los enemigos que se le pongan por delante, aunque acabará de igual modo con las bolas que debemos recoger; también puede transformarse en una Coconave que se encuentra en una serie de raíles que puede lanzar munición contra los enemigos; por otro lado, puede convertirse en Excavatófono, que permitirá recuperar las bolas aplastadas por el hipopótamo o algún enemigo; y por último, se puede convertir en un Cocotanque que puede atacar con toda su artillería.
A estos añadidos se le unen unos enemigos que no se limitan a los fantasmas, y tendremos a Maricoco que repone las bolas que ya hemos comido y a Repugnatoso, que aplasta las bolas de forma similar a Hipopodoso. Por otro lado, también hay una serie de objetos como trampillas y flechas, que varia el comportamiento en ciertos niveles, lo que elimina el previsible tedio del subgénero y, probablemente, lo convirtió en uno de los mejores clones de Pac-Man que se habían realizado hasta la fecha.
En resumidas cuentas, el éxito de Mad Mix Game reside en la diversión que ofrece a pesar de la clásica alta dificultad de los juegos españoles de la época y de ciertos bugs en algunas versiones iniciales que, incluso, podían evitar acabar el mismo. Al buen hacer de Rafa Gómez en el diseño de la versión original de Spectrum se une el habitual buen trabajo de Gominolas en la banda sonora y un gran trabajo gráfico de Roberto Potenciano, que le dio un aspecto estupendo a un videojuego a priori bastante simple en ese aspecto. Por otro lado, la mayoría de las conversiones son muy buenas, en buena parte por haber sido realizadas desde cero en la mayoría de las máquinas, aprovechando sus características. Las versiones de versión de Amstrad CPC en 8 bits y la de Atari ST en 16 destacan especialmente. Como colofón, contaba de nuevo con una estupenda portada de Alfonso Azpiri que, por un lado daba un diseño totalmente nuevo a lo que era un comecocos y, por otro, resultaba interesante al ver a Azpiri lejos de sus temáticas habituales.
Fuera de nuestras fronteras también tuvo su relevancia, ya que se utilizó de forma promocional para la marca de refrescos Pepsi. De esta manera, el videojuego fue rebautizado como Mad Mix Game: The Pepsi Challenge. Las diferencias con el original mínimas, ya que se limitan a la aparición del logo de Pepsi y la modificación del diseño del personaje protagonista para evitar su parecido con Pac-Man, en ciertos países habría sido probable encontrarse en problemas legales con Namco y sus licencias. Probablemente en España podría haber sido denunciable igualmente, pero los distribuidores eran más dados al riesgo. Por esta misma razón, el primer nivel también fue suprimido para esta versión.
Tras el éxito del juego, Rafa Gómez desarrolló una segunda parte bajo el título de Mad Mix: En el castillo de los fantasmas que, de nuevo, tomaba una inspiración en otro juego de Namco. En esta ocasión Pac-Mania. Con una perspectiva isométrica esta vez, también se trataba de un videojuego muy original, pero el ocaso de los 8 bits empezaba a producirse y no cumplió las expectativas que se tenían respecto a la primera parte.
En definitiva, cada vez que me preguntan por un buen clon de Pac-Man, siempre hago referencia a este título y es que es uno de los pocos que le dieron las suficientes vueltas al concepto para ser a la vez un fantástico homenaje y un videojuego totalmente distinto.
Un juego genial, que he rejugado muchas veces desde aquellos lejanos 80.
Por cierto, el hipopótamo no aplastaba los cocos, sólo pasaba por encima sin poder comérselos. El que los aplastaba era el repugnantoso, que parecía un abuelo de geriátrico jeje.
Totalmente cierto, mi memoria nostálgica me ha dado un traspiés…. en breve lo corrijo