Despertar en mitad de la noche, medio dormido, rodeado por la más aterradora oscuridad. Llamas a tu madre, primero con un tímido «¿Mami…?» y después de forma mucho más contundente, pero no responde, así que te levantas de la cama, coges uno de esos amuletos que te dan seguridad –un muñeco, una manta, o un globo–, y sales por la puerta de la habitación, en busca de mami, para que te consuele y haga desaparecer todos tus miedos.
Tal vez sea porque he sido padre recientemente, pero esta premisa me parece enternecedora, como me lo parece la de Among the Sleep. Jugar con los miedos de los infantes y representarlos es una tarea harto compleja, pero concede una libertad creativa casi infinita. La mente de los niños funciona captando información de todas partes y procesándola en su aprendizaje. La distorsión de conceptos o recuerdos puede derivar en mil y una pesadillas, desde la creación de un monstruo imaginario que habita debajo de la cama a un bosque tétrico donde incluso el suelo donde pisas es hostil.
Y esta parece la motivación que dio pie al estudio italiano Ovosonico para crear Murasaki Baby, que parte del argumento relatado en el primer párrafo y nos deja controlando a una niña temerosa que despierta de noche. La niña, junto a su globo, atraviesa la puerta de su habitación para no aparecer en su casa, sino en mundos habitados por los miedos de otros personajes. Miedos que ayudaremos a entender y superar para alcanzar nuestra meta, mami, en un final que no por su simpleza deja de ser directo y acertado. Evidentemente, al fijarse en el juego que nos ocupa, lo primero que nos llama la atención es el estilo artístico. La niña protagonista tiene la posición de ojos y boca intercambiados, en cierto modo es horrenda, y da la sensación de ser un dibujo a lápiz moviéndose en el cuaderno de bocetos de Tim Burton o Henry Selick cuando preparaban Bitelchús o Pesadilla Antes de Navidad respectivamente. La ambientación de pesadilla infantil no se limita a lo estético y viene acompañada con una banda sonora que cumple, aunque la mayor parte del tiempo pasa desapercibida y deja parte del protagonismo a los gemidos de nuestra niñita sin nombre.
Ya ha quedado claro que el juego consiste en una representación de los miedos infantiles así que hablemos del juego como tal. Murasaki Baby es el juego que mejor aprovecha las funciones táctiles de cuantos he probado en PS Vita, tanto en la pantalla como en el panel trasero. Es más, ayuda de forma clara a la inmersión en la partida, pues nuestra querida niña no se moverá como en tantos y tantos juegos con los sticks de dirección, sino que la llevaremos cogida de la mano. Si estiramos mucho la niña no podrá seguir nuestro ritmo, tropezará y caerá. Si la dirigimos a un lugar tétrico se asustará y no querrá avanzar, si pierde su globo por cualquier razón, llorará desconsoladamente hasta que se lo devolvamos, y si por desgracia reventara, deberíamos volver al anterior punto de control, pues la niña no quiere llegar al final de su viaje sin su querido globo.
Por lo tanto, tenemos a una niña que mover por el escenario, un globo que mantener a salvo y un sistema de juego táctil con el que deberemos vencer a pocos enemigos pulsando sobre ellos sin dejar de interaccionar con elementos del escenario. La verdad es que si todo se quedara ahí parecería un recorrido algo desangelado, sería un juego más entre la buena cantidad de títulos de bajo presupuesto que –afortunadamente– han ido surgiendo últimamente, pero ante vistazo menos superficial nos encontramos con el apartado diferenciador: los escenarios. En el desarrollo de cada nivel iremos desbloqueando escenarios que nos permitirán alterar los elementos que se cruzan ante nuestra niña. A partir de aquí entra en acción el panel táctil trasero y el giroscopio de la consola para dar una vuelta de tuerca a los desafíos que nos iremos encontrando para avanzar. Desde dirigir rayos, a cambios gravitatorios, incluso maniobras de distracción para conejos homicidas.
Aunque pese a las buenas intenciones, el juego peca de corto y fácil. Cuando uno se pone a los mandos de un juego no siempre quiere que sea frustrante, pero suele exigir un ligero reto para poner a prueba su habilidad. Ésto no existe en Murasaki Baby, pese a su originalidad, los obstáculos para avanzar son obvios y faltos de complejidad, y en escasas tres horas puede completarse sin tener ningún aliciente para rejugarlo más allá del excelente gusto artístico que nos acompaña durante toda la partida. Al menos, como colofón y como recompensa por completar el juego, tenemos una maravillosa canción compuesta por el afamado y reconocido compositor Akira Yamaoka –creador del 50% de la atmósfera de los Silent Hill– que tiene el mismo tono lúgubre pero juguetón que nos ha ido acompañando durante todo el viaje.
¿Qué es ser niño si no superar los miedos para ir creciendo hasta la madurez? ¿y qué sería de los niños sin un guía que les ayudara? Estas son las reflexiones que nos deja Murasaki Baby disfrazado de juego de acertijos sencillo. Posiblemente habría mejorado desarrollando más el mensaje subyacente, pero al menos nos queda un juego corto, fácil y correcto, que a buen seguro nos tendrá entretenidos hasta que lo completemos y nos embelesará con un apartado artístico de gusto excelente.