Cuando arranqué el juego del que me toca hablar hoy os confieso que mi magical girl interior se puso a dar saltitos ante tanta monería. Que cosa más mona este Battle Princess of Arcadias, un reparte-galletas traido por Nippon Ichi con diseños japos super monos, banda sonora mitad fanfarrias de fantasía heroica, mitad J-Pop azucarado y personajillos sacados del cajón de los clichés del anime.
Mientras, mis 100 kilos de barbudo exterior se dispusieron a dejarse llevar por un juego de esos que llega sin hacer ningún tipo de ruido y que tanto puede ser una sorpresa como un pestiño de dimensiones astronómicas.
Bajo sus capa de colores brillantes Battle Princess of Arcadias es un beat’em up con toques de rol que nutre sus raíces en los clásicos modernos de Vanillaware Muramasa: The Demon Blade u Odin Sphere, a los que intenta llevar un poco más allá ampliando el sistema de combate.
Para conseguirlo, a la fórmula de combinar golpes en vistosas dos dimensiones y mejorar armas, se añade la posibilidad de formar grupos de hasta tres personajes y el controlar batallones que nos acompañen en el combate. Estos simples cambios permiten que durante nuestras partidas nos encontremos con tres tipos diferentes de enfrentamiento: el clásico yo contra el mundo, los asaltos y las escaramuzas.
El modo clásico no tiene nada especial. Formamos un grupo de entre uno y tres personajes según las habilidades que deseemos poner en juego, saltamos a un escenario lineal, lo limpiamos a base de combinaciones de botones más o menos lucidas y recogemos nuestro premio en forma de armas o materiales. Simple, efectivo y satisfactorio.
Los asaltos (o sieges, que el juego viene con textos en inglés) son un equivalente a las luchas contra jefes finales donde nos enfrentamos a un único y poderoso enemigo pero con un ligero toque estratégico gracias a la idea de los batallones. En estos combates para conseguir nuestra misión de derrotar al enemigo hemos de reducir previamente sus defensas, cosa que conseguiremos gracias al apoyo de nuestros soldados. A cambio de su ayuda tan solo necesitamos hacerles un pequeño favor: mantenerlos con vida. Para ello podemos variar su comportamiento mediante sencillas órdenes de ataque y defensa, e incluso podemos retirarlos para que se recuperen y continuar la batalla por nuestra cuenta.
El tercer modo, las escaramuzas –skirmish–, lleva un paso más allá el uso de los batallones y nos propone enfrentar tres de nuestros equipos de guerreros contra tres controlados por el enemigo en una suerte de piedra-papel-tijera bélico. Aquí, además de atacar o defender, también habremos de alternar entre nuestras escuadras para adaptarnos a las fuerzas rivales y modificaremos su moral según nuestra habilidad guerrera. La idea no está nada mal pero en la práctica es la receta perfecta para conseguirnos un buen dolor de cabeza. El tener que dividir nuestra atención entre lo que estamos haciendo y lo que está ocurriendo en el fondo de la pantalla donde luchan nuestros soldados es bastante molesto. Si alguna vez os habeis preguntado porque los mandos no se ponen en primera línea de combate aquí tenéis la razón: gestionar y golpear no combinan bien. Tampoco ayuda el sistema elegido para dar órdenes, compuesto por dos menús que se alternan mediante el botón de salto, el uso de los botones superiores para cambiar de item y todo ello en tiempo real sin que podamos realizar ninguna otra acción.
Al final, la única manera de poder superar tranquilamente las escaramuzas es recurriendo a la peor de las características de los juegos de rol: el «grindeo». Si quereis hacer algo en Battle Princess preparaos para repetir una y otra vez las pantallas ya jugadas subiendo de nivel a vuestros personajes y sus tropas asignadas. Los que penséis que vuestra habilidad os permitirá escapar de esta tortura, desengañaos. En los asaltos estáis en manos de vuestras tropas y tanto da lo bien que lo hagáis, si os quedais sin escuadrones estáis muertos.
Esta obligatoriedad de hacer callo es el factor definitivo que hace naufragar como conjunto a todo el juego ya que no hay un incentivo que nos haga obviar la repetición y permanecer enganchados a la pantalla para seguir avanzando en una historia totalmente obviable.
Curiosamente, en pequeñas dosis Battle Princess es una experiencia bastante disfrutable. Lo ligero de su trama, la distribución compartimentada de los escenarios y lo breve de los combates lo convierten en una opción entretenida para jugar partidas de media hora en cualquier momento y olvidarlo igual de rápido.
Como si fuera una tarta, es un juego que entra por los ojos y que disfrutamos en pequeños bocados pero, si intentamos comérnosla de golpe seguramente acabaremos con un buen empacho y sin ganas de volver a probar un dulce en la vida.
Gracias Pengo. Asi evito jugar mas allá de la hora que le dediqué y me ahorro unos gbs en el disco duro.