Los juegos de navegador siempre han sido bastante repudiados, generalmente se les considera el patito feo del sector, orientados a sacarnos del aburrimiento momentáneamente en casa o la oficina pero sin considerar que puedan ser títulos de verdadera calidad. Sin embargo no podemos olvidar que The Behemot, autores del desenfadado, alocado y líder en ventas Castle Crashers provienen de este mundo y se presentaron en videoconsolas con el no menos divertido Alien Hominid. Y parece que es el mismo camino que han querido seguir en Ratloop Asia, los cuales crearon el notable Hardboiled Evolution, hasta que decidieron ampliar su creación estrella y mejorarla para distribuirla en PC y PS3 y PS Vita.
De la vieja escuela
Si algo destaca en Rocketbirds: Hardboiled Chicken es su apartado gráfico. A priori parece un homenaje a los Contra o Turrican de tiempos pretéritos, cuando nos dejábamos nuestra escasa paga en salones recreativos o pedíamos a nuestros padres con lágrimas en los ojos que nos compraran esa flamante consola que iba a hacernos vivir experiencias insuperables en el salón de nuestra casa. Sin embargo, esa similitud se queda sólo en la temática, ya que acabamos disfrutando de una aventura más cercana al célebre Flashback de Delphine Software, donde no sólo había que eliminar enemigos.
El avance en el juego nos exigirá explorar escenarios, proteger aliados, y sí, también tendremos momentos de acción desenfrenada, ya sea gracias a nuestro fiel Jetpack en las fases de mayor frenesí con combates aéreos sin piedad, o a tiro limpio en tierra firme. Todo sería maravilloso si funcionara como debe, sería un juego de duración moderada y con la suficiente variedad de situaciones como para no aburrir en su desarrollo, pero comparte un defecto capital con la obra a la que me recuerda: el control en los momentos de acción.
Es una lástima ver que Hardboiled se mueve por el escenario de forma fluida, responde bien a nuestras órdenes en los momentos en que tenemos que sortear plataformas, está perfectamente adaptado a las posibilidades táctiles de PS Vita (lanzar granadas nunca fue tan cómodo), e incluso es extremadamente fiable en las ya mencionadas fases de combate aéreo, pero en cuanto haya tres enemigos a la vez en la pantalla dispuestos a acribillarnos, acabar con nuestro héroe abatido o victorioso parece ser aleatorio. En los escenarios no existen coberturas, y el movimiento de giro de 180º del personaje es lento y torpe, haciendo que estemos vendidos durante unos preciosos segundos que pueden significar la diferencia entre ganar o volver al anterior punto de control.
Si obviamos este molesto problema, nos veremos inmersos en la historia de una revolución, en un mundo donde los pingüinos fascistas se han hecho con el control del planeta y nosotros, un pollo hiperhormonado cuyo origen nos será revelado en magníficas escenas animadas al ritmo de ‘Illuminate Me’ de New World Revolution (decir que el apartado musical de este juego es excelente es quedarse corto), ayudaremos a la resistencia de los búhos a desprenderse de la opresión y retomar el control y libertad de su región.
Una sonrisa ante la barbarie por favor
Si bien el apartado visual, en el que se utilizan animales para contar la historia o el continuado uso y abuso de chistes durante la partida, hace pensar que Rocketbirds es un juego para todos los públicos hay que desaconsejar completamente que los más jóvenes de la casa pongan sus manos sobre él. Pese al abundante, y en ocasiones hilarante, maquillaje, es la historia de un holocausto, con violencia explícita y referencias a momentos realmente crudos de la historia moderna de la humanidad. No voy a negar que hubieron muchos momentos en los que me carcajeé sin rubor alguno, ya que el humor negro impregna todo el desarrollo, pero hay que destacar que su aspecto puede llevar a engaño. Tampoco será extraño encontrarnos con mutilaciones, suicidios y masacres, realizadas por unos pingüinos cuyo nivel de crueldad es directamente proporcional a su estupidez y cómico aspecto.
Recuperando viejas sensaciones
Finalizar Rocketbirds deja la misma sensación que completar esos juegos 2D de avance lateral de la época de 16 bits. Si bien no es un reto demasiado complicado, ni excesivamente largo, tampoco deja la sensación de ser un juego que no volveríamos a rejugar. En todo nivel hay una serie de localizaciones secretas que otorgan bonus, y, ciertamente, la historia es de una crueldad rematadamente divertida.
Por si quisiéramos más, disponemos de un apartado multijugador, que si bien obvia por completo la experiencia del modo campaña, da un toque colaborativo al juego, y deja una sensación similar a lo que este mismo apartado aportaba a la campaña de Portal 2, salvando las distancias, evidentemente.
Pues sí, la jugabilidad es bastante mejorable, especialmente en las zonas de oleadas de enemigos en que hay incluso checkpoints entre eoleadas para solucionarlo de una forma muy torpe.
Pero oye, la estética videoclip usada para las cutsecenes le queda que ni pintada. Hipznotizado me tenía.