El gran éxito que obtuvo la película Conan el Bárbaro, protagonizada por Arnold Schwarzenegger y estrenada en 1982, provocó un repentino interés en la sociedad por todo lo relacionado con la literatura fantástica. No llegaría al nivel de pasión actual provocada por El Señor de los Anillos, pero si es cierto que popularizaría películas del género (Willow), libros (los relatos del propio Robert E. Howard), juegos de rol (Dungeon & Dragons) y, como no, los videojuegos (Barbarian, Tomarc The Barbarian, Golden Axe).
De dicha cosecha, destaca Rastan, (en Japón titulado como Rastan Saga) un juego que podemos denominar como un hack & slash, desarrollado mucho antes que los eruditos de los videojuegos aplicáramos ese subgénero propio de los juegos del rol al mundo de los videojuegos. El desarrollo y distribución del mismo fue llevado a cabo por la todopoderosa Taito, compañía nipona que ya tenía un enorme prestigio dentro del mundo de las recreativas y que arriesgó hasta cierto punto, ya que Rastan contenía una violencia mucho más explicita de lo que solía ser habitual en los juegos de plataformas.
La introducción del juego, exclusiva de la edición japonesa, nos muestra al bárbaro protagonista que ya es rey y que desde su trono nos cuenta su historia. Su vida empezó sobreviviendo a base de robos hasta que su suerte cambió, cuando la princesa del Reino le ofrece un trato: a cambio de traerle la cabeza del dragón que está sembrando el miedo en la comarca, la princesa le cederá todos los tesoros del Reino.
Rastan nos presenta un plataformas de acción con perspectiva bidimensional lateral, donde tendremos que ir acabando con las oleadas de enemigos que nos van apareciendo e ir acabando con los distintos jefes finales, hasta que nos enfrentemos en la batalla definitiva al temido dragón. De hecho, esta última fase tiene la peculiaridad de que si morimos en él, no tendremos la posibilidad de continuar la partida. Tanto es así, que a veces era una buena estrategia perder la vida justo antes de este nivel para que pudiéramos continuar y empezar el último nivel con poco daño.
El arma principal del protagonista es la espada, pudiendo cambiarla por otras que encontremos en el camino con sus propias peculiaridades, como son hachas, espadas de fuego o martillos. Los enemigos son una suerte de personajes mitológicos y fantásticos (esqueletos, demonios, valkirias, quimeras, etc…) que aparecerán de forma incesante y en gran cantidad, siendo una de las claves de la creciente dificultad del juego. El otro punto que aumenta la dificultad exponencialmente es la disposición de algunas plataformas que harán necesario el uso de lianas y escaleras, que requieren de bastante precisión, y que en muchos casos se da la situación de que los enemigos se cruzan simultáneamente al alcanzar dichas plataformas.
Los gráficos están desarrollados en dos planos. En el principal se encuentra la acción del juego, donde destaca el diseño y los movimientos del personaje protagonista, siendo los de los enemigos más simples pero igualmente efectistas. En ese mismo plano se encuentra el escenario interactivo, con diseño simple pero funcional. En segundo plano se encuentra el fondo del paisaje, con diseños bastante variados y trabajados, siendo la parte más artística del juego. El apartado técnico se completa con la partitura de Naoto Yagishita y Masahiko Takaki, con melodías interesantes, pero implementadas en un hardware que no permitía disfrutarlas al máximo.
Rastan, abanderado por la fama de Taito, conseguiría un gran éxito y popularidad en los salones recreativas, de tal manera que la empresa nipona decidió explotar el filón y lanzar conversiones para la mayoría de plataformas de la época: ZX Spectrum, Commodore 64 (1987), Amstrad CPC, MSX, SEGA Master System (1988), Apple IIGS, PC (1990) y SEGA Game Gear (1991). De estas versiones domésticas hay que decir que, teniendo en cuenta las limitaciones técnicas de cada plataforma, son bastantes fieles a la máquina original, destacando especialmente la versión de PC.
El segundo efecto del éxito de Rastan sería la continuación de la serie. En 1989 se publicaría en Japón Rastan Saga II, llegando a Europa como Nastar y a EEUU como Nastar Warrior, siendo un videojuego bastante inferior al primero, sobre todo en lo que respecta a la jugabilidad. Aún así, en 1991 se completaría la trilogía con Warrior Blade: Rastan Saga III, un título que sería más similar al Golden Axe de SEGA que a las primeras entregas de la saga, y que no tendría mucha repercusión en el mercado.
Este era uno de los juegos que siempre estaban en las recreativas del Zoco de Pozuelo, junto con Starforce y pocas más. Me fascina por ese rollo de que no tienes mucha idea para qué sirven la mitad de las cosas que coges pero da igual, las coges, y por cómo supera a los primeros Castlevania en esta mecánica. Y en cómo sigo recordando la música.
Ni una sola versión doméstica se acercó a la de recreativa.
De acuerdo con esas sensaciones, pero discrepo respecto a las versiones domésticas. Como indico, salvando las distancias técnicas, me parecen bastantes respetuosas con el original.
^_^ que recuerdos de monedas de 5 duros que se habrán ido a parar a esa máquina : D