Una vez más el autobús llega tarde. Vivir en una tranquila urbanización parecía una buena idea cuando los de la constructora te enseñaron la magnífica animación con gente sonriendo, brillantes edificios y soleados parques. «El lujo a treinta minutos del centro» te dijeron pero se olvidaron de explicárselo al ayuntamiento. Cuando llevas 20 minutos bajo la lluvia esperando en mitad de un barrizal se te pasan muchas cosas por la cabeza referentes a las madres. Concretamente a dos madres. A la tuya, por sus sabios consejos acerca de llevar paraguas y ropa de abrigo, y a la del concejal de trasportes correspondiente, por las dudas acerca de la profesión ejercida para ganar el dinero con el que crió a su retoño. Evidentemente son los litros de agua que han calado hasta lo más profundo de nuestra ropa interior los que hablan pero ¿acaso no lo haríamos mejor nosotros que ese mequetrefe enchufado? Cities in Motion es la posibilidad de demostrarlo.
Opera prima de los finlandeses Colossal Order, CiM es un simulador de gestión en el que tomamos el control de una empresa encargada de vertebrar el trasporte público en diferentes ciudades del centro y norte de Europa. Viena, Berlin, Amsterdam y Helsinki son los cuatro mapas disponibles para demostrar nuestras habilidades (además del tutorial) y podremos jugarlos a nuestro aire, dentro de una campaña donde debemos cumplir objetivos o como escenarios con diferentes puntos de partida tanto temporales como económicos. Para superarlos tendremos a nuestra disposición autobuses, tranvías, metros, barcos y helicópteros que irán evolucionando durante los 100 años comprendidos en el juego. También hay un editor de mapas. Ahora que ya tenemos una idea general del juego respondamos a la pregunta que tiene todo el mundo en mente desde hace dos párrafos ¿es mejor que Transport Tycoon Deluxe?
Sí amigos, alguien que esté leyendo sobre este juego o es desarrollador del mismo o es fan del género. Y si es fan del género TTD es la vara de medir desde hace 16 años así que respondamos a la pregunta: No, pero no está mal. Mientras TTD es un juego puramente capitalista y competitivo, CiM nos propone introducirnos en el mundo del servicio público. Es cierto que, durante el juego, necesitamos dinero pero aquí no tenemos empresas competidoras a las que robarle pasajeros sino que nuestros enemigos son la felicidad de nuestros clientes y el tráfico rodado. Esto también implica nada de jugar en bolsa o llevar mercancías; los billetes, el endeudamiento y las subvenciones por objetivos son nuestras únicas fuentes de ingresos.
Con tan pocos medios ¿cómo puede uno construir una red de transportes decente? Pues con paciencia y el proverbial sudor de la frente ya que las primeras partidas de CiM son de las que hunden la moral: deudas astronómicas, caritas rojas por toda la pantalla y desesperación ante el estropicio de lineas que hemos diseminado por la ciudad. ¿Es que la gente nunca está contenta en este juego? Uno intenta cumplir los objetivos que le van poniendo pero no es fácil ayudar a los Boy Scouts manteniendo la rentabilidad. Más aun cuando nuestros autobuses deciden atascarse en un cruce cualquiera y no moverse durante meses, poniendo en jaque el perfecto plan de linea que habíamos trazado.
Bien es verdad que CiM no es un juego imposible y en cuanto aplacamos nuestros ánimos de hacerlo todo a la primera vamos descubriendo que no es necesario contentar a todo el mundo para que las cosas funcionen, pero hay un problema: la imposibilidad es culpa del juego. Es decir, no es que nosotros seamos malos, es que el juego apenas nos da herramientas para ser mejores. En el apartado de la micro-gestión nuestras posibilidades se limitan a cambiar precios según el estado de la economía, ajustar salarios y recortar costes de mantenimiento, dejando de la mano de Dios la gestión de las rutas. Como resultado más de una vez veremos todos nuestros autobuses atascados detrás de un desfile sin que podamos enviarlos por otra calle, tranvías detenidos por un coche que no acaba de cruzar que se van amontonando y pasajeros enfadados sin remedio.
Estos problemas de bloqueos de tráfico, junto con un sistema de construcción de lineas férreas en el que hacer conexiones es puro ensayo y error, son los dos grandes fallos que se le pueden achacar al juego pero no sería rara su corrción en un primer parche. El resto es más un tema de gustos. Personalmente los menús serían mucho más útiles si pudiésemos moverlos a nuestro antojo por la pantalla y así acceder a varios de ellos a la vez para aprovechar la escasa micro-gestión. También sería de agradecer la posibilidad de crear estaciones intermodales para unir mejor los diferentes medios de trasporte y unas ciudades algo más complejas en su trazado. Por otro lado la sencillez general del juego lo hace interesante como primer contacto con el género y lo convierte en uno de esos juegos que apetece jugar por lo rápido que se entra en su dinámica.
No puedo negarlo, Cities in Motion es un juego con mucho potencial y con el que las horas se pasan volando. No es raro descubrirse a las tres de la mañana ampliando lineas de metro, cuando cinco horas antes sólo íbamos a «mirar una cosa en el correo», o examinando en horas de trabajo un mapa de colores para ver si nuestra linea de helicópteros hasta el centro comercial es viable. Pero tampoco puedo obviar que al juego le falta un poco más de profundidad y algunos arreglos técnicos para convertirse en un imprescindible. El rey sigue en su sitio, pero este no es mal aspirante.
Quizá fui el único que jugó, pero había algo llamado «Traffic Giant» que se me antoja más parecido a éste que el famoso Transport Tycoon.