Desde crío he tenido una filia malsana con los juegos multijugador, sobre todo con los colaborativos. Os diría que no he podido resistirme a jugar a la gran mayoría de juegos multijugador que he encontrado, pero os estaría mintiendo, lo cierto es que nunca he querido resistirme. Uno ya tiene sus años, así que algunos puede que piensen de mi que solo soy un «perro viejo», alguien que no sabe divertirse con un buen RPG de 320 horas en monojugador, obligándose a salir de la comodidad de su hogar o que incluso se obliga a correr hacia un servicio online tan solo para un par de tristes horas de diversión. Por el contrario, yo suelo creer que sencillamente es un daño colateral por haber crecido rodeado de recreativas, a día de hoy no quiero resistirme a un buen multijugador, sobre todo si es un juego de tortas, un yo contra el barrio, llamadlo como queráis.
En mi círculo de amigos, rodeado de informáticos y con varios desarrolladores de videojuegos (algunos diseñadores), es casi una tradición sentarnos alrededor de un buen montón de comida y bebida (cual merienda preparada con amor) para probar juegos, cuanto más raros, o más peculiares sean en su diseño mejor, casi os diría que bizarro es la palabra que mejor describe a algunos de ellos. Normalmente estos valientes intentos se quedan en eso, en intentos, y no solo para nosotros, también para el resto del público, no suelen vender. Lo importante es que nosotros nos divertimos.
Una mala mañana, en un fin de semana dedicado exclusivamente a jugar entre nuestro grupo de amigos, durante nuestra habitual sesión de pruebas lo conocí, ni siquiera era el plato fuerte, de hecho no me llamó la atención hasta que cogí el mando por primera vez…
Zombie Estate
…hasta que cogí el mando por primera vez. Muchos personajes que escoger, algunos graciosos, otros apenas reconocibles por la baja carga de píxeles, porque sí, sus lustrosos y gordos píxeles lucían por doquier pese a ser un juego en tres dimensiones, texturas casi planas planas salteadas con cuadros, objetos sin volumen cual South Park en un escenario cerrado. Atrapados en ese pequeño lugar se nos planteaba una premisa sencilla, sobrevivir, acabar con la horda de zombies que te acosarían, y comprar armas más poderosas, pero pocas ya que no se nos permite llevar demasiadas encima.
Respecto al diseño, necesitas a tus amigos a tu lado (puesto que solo permite juego local) son tus mejores aliados, olvídate de las limitadas armas y la munición, es casi tan barata como los zombies, los cuales por cierto, dejan tirados cargadores o dinero al morir. Oleada tras oleada, sin variar el escenario, sin variar la premisa, no más misiones, tan solo un objetivo común y sencillo, viendo como varía levemente a gracias a las nuevas armas y los cambiantes enemigos. Tras dos horas sin perder la partida, extasiados por veinte oleadas, decidimos buscar algo de comida sana que echarnos a la boca. A la vuelta propuse continuar la partida pero nadie entendió mis fascinación, nadie supo ver porque después de horas repitiendo el mismo escenario con escasas variaciones era capaz de querer más, había mucho nuevo que probar, poco tiempo para usar.
Al final de la tarde volví a casa cansado, si chicos, de jugar también se cansa uno, y me olvidé por completo de él. Feo, repetitivo, aburrido fueron las palabras con las que lo sentenciaron mis amigos, pero yo acabé gastando 80 MS Points algunos días después, nunca pude volver a jugarlo con ellos, pero.. de tanto en tanto, algún pobre incauto pasa por mi casa, ve mi extensa colección de juegos de varias épocas y exclama algo similar a «¡Hey! No conozco ni la mitad, ¿Me recomiendas alguno?», entonces un pequeño fuego se enciende en mis ojos, es el momento, es el hora de los Zombies.