Cuando no quede sitio en el infierno los muertos caminarán sobre la tierra. La genial frase promocional de «El amanecer de los muertos» sigue siendo la explicación perfecta para el zombie, un ser surgido de cualquier sitio y guiado por una insaciable ansia de carne. Una copia absurda y deformada del ser humano que no se detiene ante nada. Un enemigo perfecto.
El asunto es que de un tiempo a esta parte el zombie se ha convertido en la carne de cañón oficial del mundo de los videojuegos. Son muchos, tienen rasgos humanoides, no son empáticos y nadie se siente ofendido por verlos explotar en mil pedazos. Como decía, son el enemigo perfecto. Y el responsable de esto fue Dead Rising, ese juego mitad copia mitad homenaje a la ya mencionada película. Dead Rising nos impresionó como demostración técnica pero era su sistema de juego, con casi tantas posibilidades como enemigos y el reloj como espada de Damocles que nos obligaba a tomar dolorosas decisiones, el que nos mantenía pegados al mando. Éste fue el juego que dio a conocer a los zombies clásicos al mundo y es éste el mundo que nos brinda su secuela: un mundo que ya sabe lo que es un zombie.
En Dead Rising 2 encarnamos a Chuck Greene, un ex-campeón de motocross, viudo, padre a cargo de una criatura enferma y víctima de una conspiración para culparle de un crimen que no ha cometido. Atrapado en mitad de un estallido zombie Chuck debe apañárselas para hacer que su hija aguante hasta la llegada del rescate que les saque de allí y de paso descubrir quién le ha cargado con el muerto de convertir Fortune City, ciudad émulo de Las Vegas, en la nueva capital de los muertos vivientes. …Seguir leyendo +