Hablando con mis conocidos, muchos de ellos jugadores habituales y algunos hasta competidores compulsivos, caí en la cuenta de que casi ninguno conocía un evento que se realizaba a las puertas de su casa desde hace varios años. De hecho, debo reconocer que hasta que comencé a escribir aquí ni yo mismo conocía DreamHack en su edición valenciana, mucho menos de donde venía.
Es cierto que en los últimos años parece que las fiestas relacionadas con la informática, los videojuegos, o el ocio digital interactivo en general, no han parado de crecer y eso sin contar a las más veteranas y populares, como Campus Party, RetroMadrid o Euskal Encounter, tanto en número como en tamaño. Por tanto, hay una pregunta evidente y sensata que puede rondar por vuestras cabezas ¿qué sentido tiene recordar otro evento más relacionado con los videojuegos? Bueno, la respuesta es que en realidad mucho, sobre todo cuando se trata de algo temático y totalmente centrado en un aspecto del mismo.
DreamHack es uno de los festivales más importantes del mundo centrado completamente en las competiciones de videojuegos, en los eSports. Lo que comenzó siendo un pequeño evento de amigos en una escuela en Suecia al principio de los noventa ha terminado siendo un evento con dos ediciones anuales en el mismo país (invierno y verano) donde se compiten en todo tipo de videojuegos. La estructura del festival tal como se conoce ahora incluye exposiciones, conciertos en vivo, competiciones de creación y juego, y una zona de LAN donde los jugadores pueden conectarse entre ellos para competir de manera libre. La popularidad del mismo ha llegado al punto de que en 2007 lograse el record Guinness a la Lan Party más grande con 11.060 participantes y 10.544 ordenadores. En su página web barajan números difíciles de olvidar y pese a ello mientras lo cuento algunos de mis conocidos siguen soñando con eventos lejanos (algunos más pequeños).
Actualmente DreamHack cuenta con las clásicas ediciones en Jönköping, otra más en Estocolmo, y saliendo de Suecia, existe un encuentro en Bucarest (Rumania) y en Valencia. Todas ellas clasificatorias para el DreamHack Open de StarCraft II: Heart of the Swarm, la gran competición que vincula a todas estas fechas. Pero además, la edición de Valencia cuenta con su propio torneo de League of Legends, de Call of Duty: Black Ops 2, de Counter Strike Global Offensive, y de Super Street Fighter IV Arcade Edition. Los torneos son retransmitidos, narrados y perfectamente ambientados por la organización. Y todos ellos están repletos de premios con una jugosa dotación económica. El poder cruzarse con competidores estrella internacionales mientras te tomas un refresco y paseas es fantástico pero el charlar con ellos o competir es aún más atractivo.
La zona de exposición cuenta con stands de fabricantes de hardware en su mayoría que no desean perder la oportunidad de dejarse ver ante potenciales compradores. Este es, desde mi punto de vista, la parte más floja del evento y el recibimiento una vez franqueamos la entrada. Algunos de ellos se limitan a mostrar sus productos, a dejarse interrogar acerca de los mismos, o nos dejan probar sus maravillas con títulos de interes. Otros, como Nintendo, amenizaron las muestras de sus títulos con pequeñas competiciones, la verdadera salsa del evento. En mi opinión la vitalidad de este área resulta imprescindible para la promoción del evento y es uno de los atractivos para aquellos que pagan por el pase de un día a la exposición.
Uno de los puntos interesantes en vino de la mano del ESAT, desde su stand procuraron ofrecer y promocionar sus estudios pero también protagonizaron charlas sobre la creación de videojuegos, e incluso presentaron uno de los proyectos de final de carrera de su escuela. También mostraron su trabajo con el Oculus Rift. La creación como idea no deja de ser interesante en este tipo de eventos pero, tal vez, habría sido más interesante no perder de vista el lado competitivo del evento y crear una pequeña compo abierta para los asistentes también en este ámbito.
En definitiva, y vistos los antecedentes, resulta evidente que los competidores habituales harían bien en apuntar la fecha en su calendario. Y casi resulta imperdonable que los lugareños puedan desconocer lo que se cuece en su ciudad mientras ansían viajar al extranjero.