La última vez que fui a RetroMadrid debió de ser hace 2 ó 3 años, y no era más que una especie de mercadillo retro en una sala pequeña en un rincón perdido de Madrid. Sin embargo, del año pasado llegaron unos comentarios bastante buenos que hacían presagiar que RetroMadrid había dado el salto, convirtiéndose en un evento de referencia dentro del panorama español y, especialmente, madrileño. Un panorama que anda algo huérfano desde que no existe Gamefest, aunque tal vez Campus Party llegue para ocupar ese lugar.
Como festival organizado por la Asociación de Informática Clásica, una entidad que lleva desde… ¡1995! montando eventos relacionados con los ordenadores antiguos en la capital de España, se sobreentiende que nos va a transportar a un espacio donde los 8 bits eran el pan de cada día y los 16 bits eran las máquinas más poderosas.
Un cambio notable respecto a anteriores ediciones es que, este año, había que pagar entrada. Dos euros por un día, tres euros todo el fin de semana. Pero esto no amedrentó a las colas de usuarios que se formaron cada mañana o principios de la tarde, ansiosos por poder ver de primera mano cómo funcionaba una Master System, o qué tal se controla el mando de la Turbografx.
Y, ¡mira por dónde!, el evento resultó interesante. A mi modo de ver interesante era el poder probar cacharros antiguos, emulaciones actuales, poder rebuscar entre juegos de 8 bits (algunos desarrollados actualmente), ver la magnífica exposición de Asupiva o, sencillamente, encontrar a amigos de la capital que se habían acercado por allí. Además, algunas de las charlas fueron de verdadero lujo, como la llevada a cabo por el escurridizo Locomalito sobre en qué consiste desarrollar juegos retro hoy, o la ponencia de Andrés Samudio –de Aventuras AD, el mayor referente que hay sobre aventuras conversacionales en España– con creaciones como La Aventura Original o Cozumel.
Por desgracia, a pesar de estas charlas y otras menos inspiradas con ciertos desvaríos –como una mesa redonda en la que uno de los ponentes decidió ponerse de pie encima de la mesa y no bajar en ningún momento, a pesar de los pocos esfuerzos del moderador–, y otros eventos como torneos de todo tipo, la mayoría del público llegó, vio, compró (o no), y se fue.
Ese es, seguramente, el mayor punto en contra de RetroMadrid, algo que afecta especialmente a los que han hecho muchos kilómetros para llegar hasta allí y ven que la mayoría de la gente solo se queda al principio, haciendo imposible el caminar dentro, y que, de repente, se queda vacío, haciendo mucho menos interesante el estar allí. Algo contra lo que aconsejo que trabaje el equipo organizador pues, sin duda alguna, tienen un diamante en bruto entre sus manos que deben explotar.
Tal vez dando un poco de cancha hacia videojuegos más modernos, sigan o no parámetros más o menos retro; tal vez en un lugar diferente, que permita el paseo por exposiciones separadas del mercadillo; o de otras maneras; pero RetroMadrid, si quiere crecer (que tal vez no sea su interés principal), debería de ser capaz de atraer a la gente más allá de la hora escasa que se necesita para ver todas las exposiciones «permanentes» del tirón.
Con todo, ahora mismo es interesante pasarse por allí, sobre todo, si te gustan los videojuegos de finales de los 80 o principios de los 90. Pero, por pedir, que no quede.
Fotografías cedidas amorosamente por Ex3.
Buen resumen, y una grata sorpresa encontrarte en el RetroMadrid este año 🙂
Salu2…
Sí
«a pesar de estas charlas y otras menos inspiradas con ciertos desvaríos –como una mesa redonda en la que uno de los ponentes decidió ponerse de pie encima de la mesa y no bajar en ningún momento, a pesar de los pocos esfuerzos del moderador–»
Ese ponente fue S*T*A*R, y has de saber que prácticamente todos los miembros de la mesa sabían de antemano que aquello iba a suceder, de la misma manera que se esperaban reacciones encontradas (aquello tuvo un propósito).
Ignoro si le conoces y has preferido no nombrarlo o si realmente no sabes quien es, lo cual me sorprendería bastante.