La nostalgia es una mierda. Casi siempre que miras hacia atrás en el tiempo todo te parece mejor, más divertido, más auténtico, un mundo al que te gustaría volver. Luego te das cuenta de que no era así pero el daño ya está hecho. Viejas series, películas o canciones vuelven a tu cabeza y añoras ese pasado que te parecía una mierda cuando lo habitaste pero que ahora es “guay”.

A consecuencia de esto le das la tabarra a la gente con lo maravilloso que era tal o cual argumento, lo divertido que era aquel juego de Spectrum, como de resistente era tu televisor o lo tremendamente rompedor que resultaba aquel cantante. Ante esta situación la gente puede seguirte la corriente o devolverte al pasado enfrentándote a aquello que tanto te gustaba, con catastróficos resultados. Y aquí es donde entramos nosotros. “Serrín en el suelo” es nuestra nueva sección para repasar la casi desaparecida tercera vía del videojuego: los arcades.

A los más bisoños eso de arcade les sonará a género cajón de sastre, pero en el albor de los tiempos (es decir, hace entre 15 y 30 años) existían unos míticos lugares donde la muchachada se juntaba para fumar, jugar al futbolín, observar el ganado y dejarse el dinero jugando a videojuegos. Estos antros eran conocidos en nuestra geografía como recreativos, y las máquinas que en ellos habitaban eran las recreativas (bueno, y los futbolines, los petacos, los billares, las mesas de ping-pong y cosas similares), pero en los países anglosajones estos mismos lugares recibían el nombre de arcades por las arcadas comerciales donde solían estar situados. El resultado fue que como en el ámbito de la tecnología el inglés arrasa con todo, el término se ha vuelto universal y ha pasado a definir a todos los juegos de recreativo o que imitan su estilo.

Ahora dejemos la introducción etimológica y pasemos al meollo del asunto. “Serrín en el suelo” pretende ser una sección semanal en la que presentaros alguna de estas recreativas para conocimiento de los jóvenes y regocijo/escarnio de los abuelos cebolleta que echamos de menos aquellos armatostes de madera. Pero no solo eso, también aprovecharemos para ver cómo evolucionaron los géneros, qué fue pasando con los creadores de aquellas placas, intentaremos explorar la parte técnica y no dejaremos pasar la oportunidad de contar anécdotas al respecto.

Si les apetece únanse a nosotros la semana que viene para comenzar a repasar clásicos.