Si hay un género que en los últimos años esté perdiendo popularidad entre los usuarios de consola es, sin lugar a dudas, el juego de rol japonés. Tal vez sea por la explosión del juego online, del cual está notoria y justificadamente alejado, también puede que ocurra por el excesivo conservadurismo de algunas compañías o por la nefasta evolución que le han dado otras, pero en esta generación este tipo de juegos están poco menos que condenados al olvido.
Los representantes del género en los últimos años en consola de sobremesa no pasan de ser correctos, no ha habido ninguna obra que realmente nos abstrajera del mundo para cautivarnos con su historia, su sistema de combate y lo satisfactorio de la exploración. Tal vez la compañía que lo ha intentado con mas ahínco ha sido Mistwalker con Hironobu Sakaguchi a la cabeza y Nobuo Uematsu de la mano, con dos juegos de calidad bastante dispar para Xbox 360 como son el mediocre Blue Dragon y el notable, aunque algo duro para principiantes, Lost Odyssey.
Su penúltimo juego ha sido para otra consola, un intento más de Mistwalker para volver a poner el juego de rol japonés en boca de todos, Sakaguchi ha lanzado en el polémico catálogo Wii The Last Story.
Típica ambientación
Los primeros pasos del juego son, como viene siendo habitual, un tutorial. Directamente entramos en medio de una misión tomando el control de Zael, un miembro de una banda de mercenarios contratados por el Conde de Lázulis en una de las mas bastas regiones habitadas por la especie humana. Durante el desarrollo de la misma, nuestro joven avatar recibirá un curioso poder desconocido que será el centro de toda la trama.
La historia toma una ambientación puramente propia de un cuento fantástico del medievo, donde la magia y la alquimia están a la orden del día, y nos lleva de la mano durante las veinte o treinta horas sobre las que se desarrolla la historia principal. Partiendo de que el guión suele ser uno de los principales pilares de cualquier juego de rol (sea japonés u occidental), podemos decir que el título que nos ocupa cumple sobradamente con los mínimos pero hace falta matizar ciertos detalles. Uno de los problemas que arrastra el juego es el tener un desarrollo excesivamente guiado que deja ante el usuario una molesta realidad, la inexistente libertad. Lo que en otro título hubiese sido resuelto con diferentes localizaciones e incluso mazmorras secretas en The Last Story pasa a ser un único escenario bastante elaborado donde efectuar compras, hablar con algunos personajes no jugables, completar misiones secundarias insulsas y aburridas de búsqueda de objetos o acabar con mazmorras externas al hilo principal de la historia, en alguna ocasión estos escenarios tan sólo servirán para saltar a una nueva escena que hará avanzar el relato. Por muy interesante que sea lo que nos estén contando, el desarrollo del juego acaba cayendo en la monotonía, y, pese a que cuenta con grandes virtudes en el apartado jugable, el plomizo ritmo que impone puede cansar a más de un jugador.
Combates magistrales
Pero no todo son errores, The Last Story da el do de pecho en el sistema de combate. Se han dejado atrás los típicos turnos para crear un método donde se combinan las coberturas, la estrategia y, en mucha menor medida, el sigilo. De este modo, no nos será extraño repetir una y otra vez una mazmorra ya completada simplemente por el hecho de volver a planificar los enfrentamientos, intentando usar métodos o tácticas alternativas a las ya utilizadas tras conocer en mayor medida el terreno sobre el que hemos de vencer. Otro cantar son los enemigos finales de mazmorra, cada uno con su propio sistema de ataque y defensa, bastante rebuscado, y que serían bastante complejos de eliminar si el juego no quisiera decirnos, por boca de nuestros compañeros de aventura, la táctica exacta a utilizar para eliminarlos.
Los combates son vistosos, además de intensos y divertidos, pero lo que debería ser una buena noticia acaba siendo un gran problema. Posiblemente el equipo de Mistwalker consideró que Wii era una máquina mas potente de lo que en realidad es, o puede que simplemente les diese lástima simplificar los modelados para permitir semejante cantidad de efectos de luces, puede que reducir la espectacularidad de los mismos, pero desde la mitad del desarrollo en adelante la velocidad de los combates se resiente sobremanera. En cuanto el jugador y el rival lanzan dos o tres conjuros todo lo que ocurre en pantalla comienza a ir a cámara lenta, haciendo bastante molesto el control de nuestro personaje aunque sin llegar a hacerlo injugable en ningún momento.
Mala generación para el rol japonés
Si alguien pensaba que con The Last Story iba a recuperar las sensaciones que se perdieron en los Final Fantasy tras la salida de Sakaguchi de Square (exactamente tras las décima entrega, última publicada por Squaresoft) ya puede eliminar esa idea de su cabeza. El juego es recomendable, pero ni los personajes presentan un gran carisma, ni el modo de narrar la historia es satisfactorio. Es mas, puntos que solían agradar como el control, la variedad en las magias y las habilidades, han sido cercenados dejando apenas unas pocas opciones durante el combate. Ofrece acciones sencillas que a la postre la propia inteligencia artificial del juego suele efectuar automáticamente sin necesidad de que el jugador ponga de su parte, el título permite prestar mas atención al entorno que a las habilidades propias o de los compañeros. Por otra parte, es fácil toparse con encuentros contra enemigos con un ritmo frenético, rejugables por la variedad de posibilidades para afrontarlos, y que, posiblemente justifiquen por sí mismos el completar el título, pese a que abunden momentos donde haya ganas de dejarlo olvidado en la estantería.
Tal vez un mejor control del tempo de la narración hubiera ayudado, o expandirla a un número mayor de localizaciones en lugar de centrarlo todo en una región, pero no es un mal nuevo. Como lo hemos sufrido en otros juegos, parece como si en lugar de presentar un guión al servicio del juego, el juego esté al servicio del guión. A la postre la sensación es inequívoca, hay momentos en que The Last Story no cumple su objetivo: divertir.